—La directora de la clínica me llamó después de descubrir cómo había ocurrido el fallo. Parece que el tarro en el que se recogió el esperma se etiqueta con un número generado por ordenador, pero después, cuando el esperma va al laboratorio para su almacenamiento, los técnicos son los responsables de transferir los números de identificación a los viales individuales. Allí, uno de los técnicos de laboratorio debió de intercambiar los números. Como estos deben firmar a cada paso del proceso entero, pudieron identificar qué trabajador lo hizo. Se me ha asegurado que ha sido despedido.
—No entiendo por qué no me dijeron a mí todo eso.
—Inicialmente, supongo que tuvieron que andar con cuidado hasta descubrir cómo había ocurrido todo. Cuando la directora de la clínica me llamó para explicarme lo que habían descubierto, le dije que venía de camino a verte y que te lo diría yo mismo. Tal vez te llame de todos modos para cubrir a la clínica en caso de que decidas presentar cargos.
—¿Vas tú a poner una demanda?
Pedro había tenido la intención de hacerlo, pero ya no estaba seguro sobre muchas cosas, incluso por qué sentía que presentar una demanda para obtener la custodia no era lo mejor.
—No me he decidido. La clínica ha decidido implementar un nuevo sistema por el que se imprimirán etiquetas adicionales para que estas permanezcan con las muestras de semen y sean utilizadas en los viales de almacenamiento.
—Me alegro de que hayan tomado medidas para que no vuelva a ocurrir —dijo Paula, mientras desdoblaba el papel para leerlo—. ¿Dónde has conseguido esto?
—Lo arranqué de tu expediente ayer. Me figuré que me pedirías pruebas —respondió él, notando el temblor que Paula tenía en la voz.
—Entonces, es cierto —musitó—. De verdad eres el padre... El padre de...
—Tu hijo.
Tras dejar caer el papel, ella se levantó y se dirigió a unas puertas dobles que iban a dar a un balcón. Pedro recogió la hoja y se la metió en el bolsillo antes de salir detrás de ella, al fresco ambiente de aquella noche de marzo. Vió que Paula estaba al lado de la barandilla, frotándose los brazos. Por fin había dejado de llover y el aire olía a limpio, aunque la humedad llegaba a los huesos. Él descubrió que deseaba tomarla entre sus brazos.
—¿Deberías estar aquí fuera con este frío? —le preguntó. Al ver que ella no respondía, le tomó la mano e hizo que se diera la vuelta—. Estoy seguro de que te estás imaginando que es horrible. Sin embargo, al contrario de lo que parece pensar todo el mundo, no soy un hombre sin corazón.
Paula levantó los ojos. El dolor y el miedo que vió en ellos hicieron que Pedro anhelara tomarla entre sus brazos y protegerla.
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