—Enhorabuena, señor Alfonso. Va usted a ser padre.
Pedro Alfonso agarró con fuerza el auricular y detuvo la humeante taza de café a medio camino de la boca.
—¿Quién llama?
—La Clínica de Fertilidad Spangler-Moore. La fecundación in vitro ha sido todo un éxito.
—Señora, yo soy Pedro Alfonso. ¿Con quién quiere hablar usted?
—¿Ha dicho Pedro Alfonso? ¿El donante del esperma para la fecundación in vitro?
—No. Mi esperma era para una inseminación de Mariana Chavez Alfonso, mi cuñada —respondió él—. Esta es su residencia.
—¿Una inseminación? Espere un momento. Voy a comprobar algo. La prueba de embarazo es la de María Paula Chaves. C-h-a-v-e-s.
Pedro respiró aliviado.
—Mi cuñada se llama Mariana Chavez. Alfonso. C-h-a-v-e-z. Tuvo consulta con el médico esta misma mañana y no está embarazada.
—Oh. Ya entiendo lo que ha ocurrido. El resultado de la prueba de embarazo se adjuntó equivocadamente al expediente de su cuñada, probablemente por la similitud del nombre. Discúlpeme por haberle molestado.
Cuando oyó que la mujer había colgado, Pedro hizo lo mismo. Sin embargo, la sensación extraña que se le había alojado en el vientre no desapareció.
—¿Quién era? —le preguntó Federico, desde la puerta.
—Se habían equivocado de número —respondió Pedro, mientras se reunía con su hermano y su cuñada en la cocina, esperando que, efectivamente, solo hubiera sido eso.
Afortunadamente, él había estado en el salón, cerca del teléfono. Después del infierno que Federico y Mariana habían pasado tratando de concebir un niño y de enterarse a continuación de que la inseminación había fracasado, una llamada como aquella podría resultar devastadora emocionalmente. La llamada de teléfono... Había algo en aquella llamada que había intranquilizado a Pedro tanto como lo había estado en su primera comparecencia ante un juez, en sus días de abogado en prácticas. Trató de convencerse de que solo se trataba de un error y nada más. Sin embargo, a pesar de sus intentos por olvidarse de la conversación, no hacía más que recordar partes de ella. «La fecundación in vitro ha sido todo un éxito». «Pedro Alfonso... ¿El donante de esperma para la fecundación in vitro?». A Mariana no le habían hecho una fecundación in vitro, pero a la otra mujer, a la señora Chaves, con «s», sí. Y Pedro, el donante de esperma, era el único vínculo de unión entre las dos. Sabía, por los informes que él mismo tenía sobre la clínica, que era poco probable que hubiera habido un error. Sin embargo, parecía tener una infinita capacidad para atraer problemas, aun cuando él no los iba buscando deliberadamente. Sabía cómo concebir un hijo podría cambiar el curso de la vida de un hombre. No podía permitirse verse implicado en otro escándalo, al menos no en aquellos momentos, cuando se había esforzado tanto por ganarse el respeto de sus colegas y tenía al alcance de la mano poder convertirse en el próximo fiscal del distrito, una manera más que segura de demostrar que había cambiado y que ya no era un bala perdida. Tenía que investigar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario