viernes, 22 de noviembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 25

Paula había sabido desde el principio que había muchos inconvenientes para los nacimientos múltiples, pero solo le quedaban tres óvulos y, además, disponía del dinero necesario para una única fecundación in vitro. Había decidido que iría por todas y no se lamentaba de su decisión, fuera lo que fuera lo que tuviera que soportar.


—Deseaba tanto tener un hijo que estaba dispuesta a correr el riesgo de que los tres óvulos arraigaran.


Pedro le soltó la mano y le secó las lágrimas con las yemas de los dedos.


—Bueno, pues parece que tenemos dos.


Ella lo miró atentamente y vio la preocupación que había en sus ojos y algo más que no pudo comprender. De repente, Pedro había introducido el concepto de «Nosotros», cuando para Paula siempre había sido ella sola, lo que le preocupaba una serie de sensaciones que no lograba entender. Se había portado muy bien con ella en la visita al médico pero, ¿Cuánto estaba ella dispuesta a darle a cambio? Sin embargo, en aquellos momentos, no deseaba pensar en aquello. Para ella, su única preocupación era la salud de sus hijos.


—Pedro, sé que esto es mucho más de lo que habías supuesto. Quiero que sepas que asumo una total responsabilidad por estos niños.


—Ya no.


—¿Qué quieres decir con eso?


—No sé exactamente lo que quiero decir, pero te aseguro que haré lo que debo. No tendrás que pasar por esto sola.


Paula experimentó una sensación de haber vivido antes aquella situación. Un temblor le recorrió la espina dorsal. Su ex marido le había hecho la misma promesa cuando habían sabido que ella tenía obstruidas las trompas de Falopio, lo que impedía concebir de manera natural. Ella había sido una ingenua y lo había creído. Más tarde, había descubierto que, mientras ella se sometía a todas las pruebas necesarias para quedarse embarazada, él había estado teniendo una aventura con su secretaria. Nunca más.


—No estaré sola. Tengo a mis hijos.


—Bueno, ahora también me tienes a mí. Bueno, doctor —añadió, refiriéndose al médico, que estaba escribiendo notas en el expediente de Paula—, ¿Ve alguno más escondido por ahí?


—Resulta difícil asegurarlo en estos momentos —respondió, girando la silla al mismo tiempo para volverse a mirarlos—, pero creo que no. 


—¿Están bien los dos niños? —preguntó Paula, muy ansiosa.


—No veo nada inusual —contestó el doctor, mientras le limpiaba el gel del vientre con una toalla.


—¿Y la hemorragia?¿Tiene relación con el óvulo que no consiguió arraigar? —le preguntó Pedro.


—Creo que no. Paula es una mujer muy menuda. Cuando hay embarazos múltiples, el riesgo se multiplica por tantos fetos como haya. Esto será lo que haremos. Quiero que su esposa se tome las cosas con calma.


—No es mi...


—¿Y mi trabajo? —quiso saber Paula, interrumpiendo las palabras de Pedro.


—¿Cuál es su profesión?


—Trabajo como secretaria en un bufete de abogados.


—Anoche trabajó hasta las nueve —dijo Pedro—. Conociendo a su jefe, decir que tiene mucho estrés en su trabajo no es una exageración.


—No está tan mal —susurró Paula.


—Con los embarazos múltiples, la posibilidad de que se adelante el parto es una seguridad y usted ya está teniendo problemas. Si quiere que estos niños tengan una posibilidad, va a tener que ser sincera conmigo. 


—De acuerdo —respondió ella. No estaba dispuesta a hacer nada que pusiera en peligro la salud de sus hijos.


—¿Está sometida a mucho estrés en su trabajo?


—Sí.


—¿Trabaja muchas horas extras?


—Sí.


—Sé que esto va a ser muy difícil, pero no recomendaría que siguiera trabajando si no creyera que es absolutamente necesario.


Paula asintió débilmente y parpadeó para evitar que se le cayeran las lágrimas. 

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