Cuando Pedro había accedido a la fertilización de Mariana, lo había hecho porque sabía que los dos cuidarían mucho del bebé. Además, no podía soportar ver a su hermano sufriendo igualmente por tener un hijo. Aunque donar su esperma lo convertiría en tío, padrino y parte de la familia, la decisión había sido mucho más difícil de lo que hubiera esperado. Sin embargo, la situación en la que se encontraba era completamente diferente. No sabía nada de aquella mujer, a excepción de una serie de detalles impersonales. Había cometido muchos errores en su vida y no haría otro, sobre todo cuando se veía implicado un niño inocente. «Su» niño. A la señorita Chaves no le gustaría su interferencia. Al día siguiente, a aquella misma hora, seguramente lo odiaría. De hecho, si la situación fuera a la inversa, reuniría un equipo de abogados que irían a por la yugular. Sin embargo, la clínica había sido la que había utilizado su esperma sin su conocimiento. Si fuera más como su padre, dejaría sus sentimientos a un lado y consideraría aquel asunto como un pequeño inconveniente. Sin embargo, no era como su padre. Quince años atrás, había sido demasiado joven, solo un muchacho, que no tenía mucho que decir sobre su futuro y mucho menos sobre el de un niño. Por aquel entonces, solo pudo ver cómo sus padres y los de Brenda decidieron lo que ellos creían que era lo mejor. Su padre incluso preparó papeles de renuncia voluntaria para que los firmaran Brenda y su hijo. Después de tantos años, era un hombre hecho y derecho que sabía que, algunas veces, ni siquiera toda la tecnología médica del mundo podía evitar en ocasiones que una mujer tuviera un aborto. Aquella vez, su opinión contaría. Aquella vez, su padre no podría obligarle a firmar nada. Haría todo lo que pudiera y más para que aquella desconocida tuviera a su hijo con garantías. Entonces, trataría de conseguir la custodia porque, al contrario de su padre, tenía la intención de cuidar de su hijo.
Al día siguiente, iría a visitar a María Paula Chaves. Ella tenía que saber que Pedro no pensaba renunciar al hijo que había engendrado. Aunque no quería apartar al hijo de la madre, quería verse involucrado en todas las decisiones que implicaran al pequeño y el único medio de asegurarse de aquello era conseguir la custodia del pequeño. No quería hacer daño a aquella mujer, pero aquella vez no dejaría que nadie le quitara a su hijo. Había perdido uno cuando Brenda había tenido un aborto natural en el cuarto mes de gestación. No perdería a otro más.
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