miércoles, 2 de octubre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 71

 –Pedro, estoy intentando acercarme a tí –le dijo Ana con voz temblorosa–. No espero que me perdones, pero deseo que algún día podamos ser…Amigos.


Pedro sintió que debía mandar a paseo a su madre. Unos meses atrás seguramente lo habría hecho, pero la vida era muy breve tal y como Paula siempre le decía. Paula, su esposa, que tenía más valor en su menudo cuerpo que el más grande de los gigantes. En aquellos momentos, no sabía si podría perdonar a su madre, pero por lo menos no deseaba alejarse de ella. Colocó la mano sobre la de Ana y la apretó suavemente.


Cuando entró en su departamento, Pedro pensó que Paula conseguía mucho más de él que hacerle sonreír. Lo intrigaba, lo fascinaba y lo volvía loco. Era una madre maravillosa y una magnífica amante. Si él hubiera sido otro hombre había esperado cosas que hacía mucho tiempo había aceptado que no podía tener. No podía escapar de su pasado ni ser un hombre diferente. Tendría que conformarse con tenerla en la cama. Si los nueve meses que les quedaban de matrimonio no le parecían suficientes, enterraría ese pensamiento y viviría el día a día. Así era como había sobrevivido a su infancia. Encontró a Paula en el balcón, ataviada con un sencillo vestido blanco y el cabello suelto cayéndole por la espalda.


–Aquí estás –dijo.


Esperó a que ella se diera la vuelta y le dedicara una de sus resplandecientes sonrisas. Sin embargo, ella pareció tensarse antes de darse la vuelta. Al hacerlo, no sonrió.


–Tengo algo que decirte.


–Tú dirás.


–Estoy embarazada.


Silencio. Intenso silencio. Todos los músculos del cuerpo de Pedro se tensaron como si quisiera rechazar así lo que el rostro de Paula le decía que era cierto.


–Eso es imposible. Siempre hemos tenido cuidado. Incluso la vez que lo hicimos en la playa me aseguré de tener un preservativo en el bolsillo.


–Fue antes de eso. Estoy embarazada de nueve semanas.


–Eso es más de dos meses. ¿Cómo no te has dado cuenta antes?


En realidad, eso no importaba. Se apartó de Paula y se agarró a la balaustrada. Ella estaba esperando un hijo suyo. ¿Cómo iba a poder él ser padre? Hacía mucho tiempo que había decidido que la sangre de los Alfonso iba a terminar con él.


–Sé que no es lo que habías planeado –susurró ella.


–No –dijo Pedro sin expresar emoción alguna. Sabía muy bien lo que tenía que hacer, sobre todo por el bien del bebé–. Un bebé no está en mis planes ni es algo que yo haya deseado.


–Pues te guste o no, voy a tener un hijo tuyo.


–En ese caso, les pediré a mis abogados que empiecen con el divorcio – le espetó–. Las leyes españolas permiten a las parejas que se quieren divorciar de mutuo acuerdo hacerlo después de tres meses de matrimonio, algo de lo que mi abuelo no es consciente. Lo organizaré todo inmediatamente para que Sofía y tú vuelvan a Inglaterra. Pondré Ferndown House a tu nombre y te transferiré cinco millones de libras a tu cuenta tal y como habíamos acordado y me ocuparé también de Sofía y del bebé que estás esperando.


–Es tu hijo. El niño que estoy esperando es tu hijo. Supongo que recuerdas que no nos podemos divorciar hasta que hayamos estado casados un año. Tu abuelo puso esa condición para nombrarte presidente de la empresa.


–En ese caso, no seré presidente.

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