viernes, 11 de octubre de 2024

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 14

 —Este suceso podría tener buenas consecuencias —le había dicho su madre aquella mañana.

 

—¿Suceso? Te recuerdo que no me caí por las escaleras.

 

—Ya sabes a lo que me refiero. Tienes que crecer, Pedro. Madurar. Necesitas empezar a ganar más de lo que gastas y hacer inversiones seguras para el futuro. Es mejor que aprendas ahora que no tienes a nadie en quien apoyarte. Dios sabe que tu padre no se dió cuenta de eso hasta que no fue demasiado tarde.


 —Y yo diría que tú sí supiste invertir en el futuro —le había respondido él.


 Después de tantos, el segundo marido de su madre aún seguía siendo motivo de fricción entre ellos. A sus sesenta y dos años, Ana Alfonso Martínez seguía siendo una mujer muy hermosa gracias a sus genes y a la habilidad de un carísimo cirujano plástico. El ceño fruncido no enturbiaba su belleza.

 

—Hice lo que tenía que hacer. Mientras tanto, tú te contentas con quemar lo que te queda de la cuantiosa herencia que te dejó tu abuelo. Me sorprende que aún tengas el resort. Sería una venta inmobiliaria de primer orden. El dinero te mantendría cómodo durante… Bueno, algunos años.

 

Pedro trató de olvidarse de su madre. En realidad, tenía que reconocer que ella tenía razón en muchas cosas, pero él jamás vendería el resort. De hecho, planeaba tomar un papel más participativo en su funcionamiento.


 —¿Jefe?

 

Se detuvo y miró por encima del hombro. Se acababa de dar cuenta de que no había respondido a Lou.

 

—Bien. Las redes móviles pueden ser poco fiables en la isla, así que asegúrate de dejar un número fijo al que te pueda llamar.

 

—Así lo haré —replicó Luis.

 

—¿Y la señorita Chaves? —preguntó—. Supongo que habrá sacado todas sus cosas.

 

—Sí —respondió Juan—. Paula se ha llevado su ropa y sus cosas a la otra habitación y al cuarto de baño del pasillo. Entre Luis y yo hemos colocado todas sus cosas.

 

Pedro apenas escuchó la segunda parte. Paula. Se llamaban por el nombre de pila. Por alguna razón que no pudo comprender, no le gustaba la familiaridad de Juan. Tampoco las risas que había escuchado entre ambos. Paula era una mujer inteligente y capaz. Las mujeres que él conocía eran mujeres atractivas, pero vacuas e inútiles, o al menos fingían serlo. Él la encontraba atractiva, lo que era sorprendente en sí mismo porque no se parecía en nada a las mujeres que solían llamarle la atención: mujeres llamativas cuya belleza se basaba en muchas mejoras. Extensiones de cabello, dentadura perfecta, aumento de pecho…  Paula era hermosa de un modo sutil. No llevaba maquillaje, aunque sus pestañas oscuras no necesitaban mucha ayuda para hacer destacar los ojos azules. Su cabello era negro como el carbón y le caía por debajo de los hombros sin un estilo definido. Por supuesto, cuando la vió acababa de dar un paseo bajo la lluvia. ¿Qué aspecto tendría cuando estuviera arreglada, maquillada y vestida apropiadamente? ¿Y qué diablos le importaba a él? Era una empleada, lo mismo que Luis o Juan. Sin embargo, su cuerpo y su mente no parecían estar de acuerdo. 

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