viernes, 4 de octubre de 2024

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 2

Desgraciadamente, el heredero había decidido regresar y quería que le prepararan sus habitaciones. ¿Sus habitaciones? Durante el tiempo en el que ella llevaba ocupándose del resort, Pedro ni siquiera había pisado la isla.  De hecho, por lo que Paula sabía, no pisaba allí desde que era un niño. Por lo tanto, ella había tomado posesión del departamento privado que había en la planta principal y había convertido el del director gerente en una suite de lujo por la que se pedía una suma de dinero nada desdeñable. ¿Dónde iba ella a dormir? Lanzó una maldición que el viento no tardó en llevarse y se detuvo en seco. Entonces, miró hacia el lugar del que había salido. Las tres plantas del resort, que en realidad eran cuatro por los pilares que lo levantaban más de tres metros sobre el nivel del mar para impedir las inundaciones. Las dunas lo protegían de las embestidas del Atlántico. Era su hogar. Se había refugiado allí después de un desagradable divorcio. Con el orgullo hecho trizas y sintiéndose un completo fracaso, el aire del mar y la sensación de finalidad habían jugado un papel muy importante a la hora de apartarla del borde del abismo de la desesperación.

 

Con un suspiro, Paula se dispuso a regresar. Tenía un trabajo que hacer y lo haría. En aquellos momentos, su prioridad era que Pedro Alfonso se instalara cómodamente en sus habitaciones. Cuando terminara esa tarea, se ocuparía de encontrarse un lugar en el que alojarse durante la estancia de Pedro en la isla. Cuando llegó al resort, estaba completamente empapada. Había esperado tener tiempo para cambiarse de ropa y arreglarse el pelo antes de que llegaran los primeros huéspedes del día, pero vio que un enorme todoterreno negro estaba aparcando bajo el pórtico cubierto que daba acceso a la entrada principal.  El conductor salió del vehículo, al igual que otro hombre. Los dos eran muy altos y corpulentos. Se preguntó si serían guardaespaldas, aunque no le sorprendió. En el resort se alojaban personas muy importantes. Entonces, la puerta trasera se abrió. Ella se tapó la boca con la mano, pero no pudo reprimir un gemido de desesperación. Pedro Alfonso. El heredero había decidido adelantar su llegada. Jamás había visto en persona a Pedro. Intercambiaban correos electrónicos un par de veces al mes y, ocasionalmente, hablaban por teléfono. Él jamás había ido de visita. Y allí estaba. En carne y hueso. Sin embargo, no era lo que Paula hubiera esperado.  Todas las fotografías que había visto de él, que eran muchas por la regularidad con la que salía en la prensa, mostraban a un hombre joven y guapo, de cabello castaño claro y profundos ojos color avellana, sonrisa despreocupada y un cuerpo tonificado a la perfección. Por el contrario, el hombre que estaba descendiendo del todoterreno estaba muy delgado, casi escuálido, producto de las largas horas de inmovilidad. Las profundas ojeras que presentaba dejaban muy claro que, últimamente, no había estado durmiendo mucho. Seguía siendo guapo, pero su postura rígida y sus gestos de dolor parecían dejar muy claro que distaba mucho de sentirse despreocupado. 

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