miércoles, 30 de octubre de 2024

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 54

Eso era lo que él le había dicho en una ocasión, antes de que se casaran, cuando estaban tratando de decidir sobre el lugar en el que iban a realizar la recepción. Ella había pensado que estaba bromeando. Pedro era también muy testarudo, pero era capaz de admitir que estaba equivocado. Justo cuando estaba a punto de etiquetarle como superficial y autocompasivo, él la había sorprendido. No era tan superficial como ella había pensado. Además de sentirse sexualmente atraída por él, Pedro había empezado a gustarle. Pensó en los detalles de su vida personal que él le había contado la noche anterior. Aparentemente, su mundo no había sido perfecto ni siquiera antes del accidente. Dios sabía que era más fácil considerarle como un hombre mimado y sin problemas que la imagen que él le había retratado. Como Paula, él había crecido sin padre, a pesar de disfrutar de él algunos años de su vida. Había sido su madre la que le había dado de lado. Eso le resultaba muy triste. Para ella, su madre era su más firme apoyo junto con su hermana. Sabía que junto a ella estaba su hogar, un hogar en el que ella la recibiría con los brazos abiertos. Para Pedro, regresar al hogar significaba volver al resort. Oyó ruidos al otro lado de la puerta de su dormitorio. Se imaginó que debía de ser Juan. Se preguntó a qué hora se levantaría Pedro. Había afirmado que quería empezar con su sesión a primera hora de la mañana. Había parecido sincero. ¿Cumpliría su palabra? Aún no se había quitado el pijama cuando alguien llamó suavemente a su puerta. Seguramente Juan necesitaba sacar algo de sus cajones de la cómoda.


 —Un momento —dijo.


A pesar de que su atuendo no resultaba provocativo, no llevaba sujetador y los pantalones apenas le cubrían la parte alta de los muslos. Se puso una bata antes de abrir. Era Pedro. El corazón le dió un vuelco al verlo. Parecía que acababa de levantarse de la cama porque tenía el cabello revuelto y aún iba sin afeitar.

 

—Buenos días —dijo él con la voz ronca por el sueño.

 

—Buenos días —respondió ella—. Te has levantado muy temprano.

 

—No podía dormir.


Paula sintió deseos de preguntarle qué era lo que le había mantenido despierto, pero no lo hizo. Se sintió como una idiota al pensar que ella pudiera haber sido la causa.

 

—¿Tienes ganas de ponerte a trabajar con Juan?

 

—Claro.


Pedro se metió las manos en los bolsillos del pantalón de deporte. A Paula le llamó la atención que llevaba la misma camiseta que ella, una de la Universidad de Connecticut.

 

—Bonita camiseta.

 

—Gracias —repuso él.

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