viernes, 18 de octubre de 2024

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 26

 —Gracias. Por todo —le dijo.

 

Entonces, extendió la mano y la colocó sobre las de ella. El gesto tenía como objetivo el agradecimiento, pero el modo en el que su cuerpo respondió al contacto era de una naturaleza mucho más primitiva. La piel de Paula era tan cálida, tan suave… Ella apartó la mano inmediatamente con la excusa de utilizarla para colocarse un mechón de cabello detrás de la oreja. Las mejillas se le habían teñido de un atractivo tono rosado y él no pudo evitar preguntarse si había sido el contacto lo que le había provocado aquella reacción o la gratitud expresada por él.  Por fin, ella respondió.


 —La paga extra que recibí por Navidad basta como agradecimiento. Me gusta vivir aquí, en la isla. Y me gusta mi trabajo, un trabajo que se me da muy bien.


A Pedro le resultó extraño aquel comentario. Parecía estar tratando de convencerlo de su propia competencia. Si era así, no tenía que haberse molestado. Los dos permanecieron en silencio hasta que Juan reapareció con una bandeja en la que había una taza de café y un vaso lleno de un líquido verde de aspecto repugnante que provocó náuseas a Pedro.

 

—Aquí tiene, señor Alfonso. Un batido de pasto de trigo tal y como me pidió. Me he tomado la libertad de añadir medio plátano —comentó el joven con una sonrisa—. Es una fuente excelente de potasio.

 

—Mmm…


Las náuseas de Pedro se acrecentaron. Odiaba los plátanos casi tanto como odiaba el pasto de trigo.

 

—Bueno, tengo que prepararme para irme con Silvia a hacer la compra a tierra firme. Tengo tu lista —le dijo Paula a Juan. Entonces, se levantó y con el ordenador en la mano, miró a Pedro—. Que disfrutes de tu batido.



¿Era imaginación suya o a Pedro le pareció que ella estaba conteniendo una sonrisa? 



El miércoles siguiente por la mañana, Pedro se despertó muy temprano, incluso más de lo que llevaba despertándose los últimos días. Él solía dormir hasta mediodía. Incluso después de su accidente, jamás se levantaba antes de las diez y eso solo porque era entonces cuando tenía la sesión matutina con Juan. Sin embargo, desde su llegada a Alfonso Haven hacía una semana, se levantaba todos los días al alba. La isla parecía haber reseteado su reloj interno y no le importaba. Se sentía más descansado en siete días de lo que se había sentido en meses. Desgraciadamente, aquella mañana, no podía decir lo mismo. Aquel era el día. Tenía cita con el médico a la una. Pedro no había podido dormir bien. ¿Qué le diría el especialista de Charleston? 

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