Paula regresó quince minutos más tarde. Tenía la botella abierta de Merlot en una mano y las dos copas en la otra. Al verla, Pedro suspiró sin poder evitarlo y le dedicó una cálida sonrisa. Había sido sincero cuando le dijo que la necesitaba. Sin embargo, en aquellos momentos no era la franqueza de ella lo que admiraba.
—Por si te lo estabas preguntando, Ivana está en recepción.
—¿Ivana? —preguntó, tratando de imaginarse a la empleada en cuestión.
En las semanas que llevaba allí, había conocido a los empleados, aunque solo de pasada. Esto tendría que cambiar, por supuesto. Necesitaba conocerlos a todos.
—Trabaja como jefa de planta, pero he estado enseñándola a trabajar en recepción. Es joven, pero está muy capacitada. Además, sabe dónde encontrarme si surge algo de lo que no se pueda ocupar sola —comentó ella mientras servía el vino y se sentaba—. Por cierto, gracias.
—¿Por qué?
—Por el vino. Aunque, ahora que lo pienso, debería haber elegido uno de los caldos más caros. Tenemos un par de bodegas que no me puedo permitir con mi sueldo.
—Tal vez es hora de darte un aumento.
—Tal vez —repuso ella mientras levantaba la copa para brindar con él.
Después, los dos bebieron.
—Está muy bueno —dijo él haciendo girar la botella para leer la etiqueta. Entonces, realizó un gesto de sorpresa—. ¿Bodegas Medalion?
—Sí. Es del norte de Michigan.
—Sí. He oído hablar de esa bodega. Conocí al dueño, Esteban Holland, hace un par de años cuando acepté la invitación de un amigo para esquiar en Aspen un par de semanas. Él estaba allí de vacaciones con su segunda esposa. Una mujer de mucho carácter. Tú me recuerdas mucho a ella.
—Lo tomaré como un cumplido.
—Muy bien, porque lo es. Estuvieron hablando de su vino y de algunos de los premios que había ganado, pero no esperaba…
—En el 2007 tuvieron una cosecha excelente. De hecho, este vino ha ganado un par de premios muy prestigiosos, razón por la cual Silvia me pidió que encargara unas cajas para servir en el restaurante. Según ella, va muy bien con el cerdo relleno.
Pedro miró la cena, de la que se había olvidado, y asintió.
—Es cierto.
Los dos tomaron otro sorbo.
—¿Eres experta en vinos?
—Yo no diría eso. Investigo y me fío de los expertos cuando tengo que hacer los pedidos. Probablemente, tú sepas más de vino que yo.
—En realidad, no. Solo sé lo que me gusta. Jamás he sido capaz de captar los aromas y las notas de las que hablan los expertos.
—A mí me pasa lo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario