—Lo que te estoy diciendo es que nadie quiere estar junto a una persona que se muestra irritable y enojada todo el tiempo.
—¿Incluso tú misma? ¿No quieres estar a mi lado? Pues el otro día no parecías tan contraria —añadió con tono sugerente mientras la miraba de arriba abajo.
—No…
—¿No qué? —le desafió él.
—No seas un canalla. No me trates como si fuera una de esas nenas del esquí sin cerebro que visitaban habitualmente tu chalet.
—¿Porque eres mejor que ellas?
—Sin duda, pero, en realidad, lo que estaba pensando era que tú también eres mejor que todo eso.
—No. Yo soy así. Si no te gusta, lárgate. Puedo sustituirte en un abrir y cerrar de ojos.
Paula sintió una gran frialdad por dentro. Durante un segundo, el pánico, las inseguridades de antaño amenazaron con abrumarla. Azotaron su autoestima con la fuerza de un huracán. «Eres tan inútil, Paula». «Eres tan incompetente». «¿Cómo de idiota puede ser una persona?». «Deberías estar dando las gracias de que alguien como yo quisiera casarse con alguien tan ingenua y estúpida como tú». Mentalmente, fue apartando los hirientes comentarios de David. Se sentía furiosa consigo misma por haber pensado en ellos. Al menos con Pedro, comprendía por qué estaba furioso. Scott había buscado herirla y hacerle daño por deporte. Esa clase de crueldad le resultaba incomprensible.
—Alfonso Haven es mío. Mi abuelo me lo dejó. Por lo tanto, me quedaré aquí todo lo que quiera. ¡Tengo derecho!
El heredero había hablado. Un par de semanas antes, se habría creído aquella reacción. Sin embargo, había visto al hombre que había detrás de la armadura y sabía que era vulnerable. Que se encontraba perdido.
—Ciertamente tienes derecho y estoy segura de que encontrar a otra persona te resultará fácil. Ya lo hiciste antes de mí.
Adoraba su trabajo. Adoraba la isla. Sería un golpe muy duro tener que marcharse de allí y volver a empezar. ¿Dónde iría? ¿Cómo podría encontrar otro puesto después de que la hubieran despedido por insubordinación? ¿Cómo podía dejar a Kellen? Aquella última pregunta la sorprendió. No había nada entre ellos. Un beso y poco más. Además, él era su jefe.
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