—Te lo agradezco mucho, pero en realidad es tu habitación. Además, tú no estarías cómodo en el futón. Está demasiado bajo. Te aseguro que puedo sobrevivir. No es que sea para siempre…
Ciertamente, no sería para siempre, pero ella no imaginaba de qué modo. Pedro se sintió incómodo y decidió cambiar de tema.
—Pensé que estarías en el porche. Son más de las seis.
—Y así era, pero me derramé el café en la camiseta.
—Ah, por eso te has cambiado —dijo él. Se dió cuenta de su paso en falso antes de que ella entornara los ojos—. Es decir, por eso has venido a cambiarte.
—¿Cuánto tiempo llevas levantado?
—¿Levantado o despierto? —preguntó él—. Anoche no dormí demasiado.
—Es verdad. Hoy tienes cita con el médico. Juan lo mencionó.
—Así es —dijo él. En silencio, pensó que también tenía una cita con su abogado.
Por mucho que le gustara que Paula permaneciera en el resort en algún puesto, dudaba que alguien tan capacitado como ella estuviera dispuesta a ocupar un cargo de menos responsabilidad. Le pediría que se quedara, pero también le ofrecería una compensación muy generosa y unamagnífica carta de recomendación que pudiera ayudarla en la búsqueda de un nuevo trabajo si decidía, tal y como era de esperar, marcharse.
—Cruzaré los dedos por tí.
—Gracias. Espero que el diagnóstico sea más prometedor.
—¿Y si no es así? ¿Qué vas a hacer entonces?
Pedro la miró fijamente.
—¿Sabes una cosa? Eres la primera persona que me ha preguntado eso.
—Lo siento… No debería haber…
—No. En este caso, te agradezco tu franqueza. Para serte sincero — dijo después de respirar profundamente—, no sé lo que haré. Es el sexto especialista que visito. ¿En qué momento me…?
No terminó la frase. No quería utilizar la palabra «rendirse».
—Juan me ha dicho que no siempre haces tus ejercicios. No puedes esperar recuperarte del todo si no haces también un esfuerzo.
—Recuperarme del todo… —dijo él en tono de burla.
—Está bien. Recobrar la mayor parte de la movilidad perdida. Esa es la razón que hay detrás de la rehabilitación, ¿No?
Nadie más se había atrevido a decirle esas cosas. Incluso Joe se andaba con cuidado a la hora de regañarle por su falta de esfuerzo. En vez de desear mandarla a paseo, la manera de ser directa de Paula le animó a responder con la misma honestidad.
—Sí, esa es la razón, pero algunos días lo único que soy capaz de hacer es levantarme de la cama. Algunos días, todo parece tan… Todo parece carecer de sentido.
Los dos quedaron en silencio. Algo se reflejó en los ojos de Brigit. ¿Comprensión? ¿Empatía?
—Es la depresión la que te empuja a hablar así. Hace que los obstáculos parecen imposibles de remontar —dijo ella después de un momento. Su voz estaba llena de compasión, lo que empeoraba aún más las cosas.
¿Depresión? Como si Pedro no se estuviera ya sintiendo inútil e inválido. El orgullo le hizo estallar.
—¿Qué eres ahora? ¿También psiquiatra?
—No —respondió ella con tranquilidad—. Solo sé que cuando una persona se encuentra en lo más bajo, no siempre resulta fácil agarrarse a la cuerda más cercana, incluso cuando se tiene muy, pero que muy cerca.
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