miércoles, 2 de octubre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 73

Luciana no pareció convencida, en especial cuando Paula le dijo que Sofía y ella regresaban a Inglaterra.


–Sofía va a empezar el colegio y creo que será mejor para ella hacerlo en Inglaterra.


–¿Se marcha Pedro con ustedes?


–Eso tendrás que preguntárselo a él.


–Mira, no sé lo que ha pasado entre ustedes, pero sí sé que Pedro no ha estado nunca tan contento como en los últimos meses. Te necesita, Paula.


 –Pedro no necesita a nadie…


–Es un hombre de carne y hueso, aunque él prefiere que la gente piense que tiene hielo en las venas. Lo conozco. Pensaba que tú eras diferente de las otras y que lucharías por él, pero te has rendido.


Paula decidió que no era el momento de decirle a Luciana que estaba embarazada. Regresó a su vestidor y recogió unas cuantas prendas e hizo el equipaje. El vuelo era aquella misma tarde. Se colocó la mano en el liso vientre. Resultaba difícil creer que una vida se estaba desarrollando en su interior. A pesar de todo lo ocurrido, sentía un profundo amor por aquel bebé, otra pequeña vida para la que tendría que hacer de madre y padre a la vez. Miró el reloj y se dió cuenta de que Alfredo la estaría esperando en su despacho. Le leía todos los días y estaban en el último capítulo del libro que estaban leyendo. Sería la última vez que lo haría. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Encontró a Alfredo en su despacho, pero, cuando fue a tomar el libro para empezar a leer, el anciano negó con la cabeza.


–Pedro vino a verme anoche. Me dejó atónito con lo que me contó. Me explicó por qué se casó contigo, aunque yo ya lo había sospechado.


–Lo que hicimos fue terrible. Yo accedí porque necesitaba el dinero. No fue solo él. Yo soy igual de culpable.


–¿Lo estás defendiendo? –le preguntó Alfredo.


–Soy su esposa. Mi deber es defenderlo.


–Para tí este matrimonio no es falso, ¿Verdad?


–No –admitió Paula. La voz se le quebró y no pudo contener las lágrimas–. Gracias –añadió cuando Héctor le ofreció una caja de pañuelos de papel.


–Tampoco creo que sea un matrimonio falso para mi nieto. Anoche, Pedro parecía más triste de lo que lo he visto nunca. No estuvo bien que yo le obligara a casarse. Creo firmemente que él es la persona más adecuada para sucederme, pero una posición de poder puede ser un lugar muy solitario. Yo tuve suerte de tener el apoyo de mi querida esposa hasta que murió hace tres años, pero no tenía a nadie. Esperé que obligándole a casarse podría hacer que se diera cuenta de que en la vida hay mucho más que la ambición. Evidentemente, ha pasado algo entre ustedes –añadió el anciano dándole un cariñoso golpecito en la mano–. ¿No se puede arreglar?


–No quiere que esté a su lado y no me ama.


–¿Cómo puedes estar tan segura?


–Nunca me lo ha dicho.


–¿Y le has dicho tú lo que sientes por él?


Paula no contestó. Tras abandonar el despacho de Alfredo, pensó que tal vez Pedro no quería tener un hijo porque pensaba que se sentiría atrapado. Entonces, recordó cómo reaccionó él cuando le anunció que estaba embarazada. Aparte de la ira, estaba segura de que había visto algo más en sus ojos. Miedo. «¿Y si soy como mi padre?». Frunció el ceño. Su padre había sido un hombre violento, que le había dado palizas a Pedro cuando era niño. ¿Y si pensaba que…?

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