miércoles, 30 de octubre de 2024

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 53

El ardor de Pedro remitió sustancialmente cuando vió a Juan sentado en el salón. Estaba viendo la televisión, con una botella de agua en una mano y un bol de palomitas en el regazo. Levantó la mirada para observarlos cuando los vió entrar.


 —¿Todo bien? —les preguntó mientras dejaba el bol a un lado y se ponía de pie.

 

—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó Pedro.

 

—Luis se tomó unas ostras que le sentaron mal, por lo que decidimos irnos a casa.

 

—Es una pena —dijo Paula—. Para los dos.

 

Juan se encogió de hombros.

 

—A mí no me importó. La banda no era muy buena. Dejen que les eche una mano.

 

Hizo ademán de acercarse, pero Brigit se lo impidió.

 

—Ya le llevo yo. Solo está algo rígido.


Claro que lo estaba, pero no como Paula creía.

 

—No queremos que huela el vino en tu aliento —le susurró ella a Pedro.


Él estuvo a punto de soltar una carcajada, pero se contuvo.

 

—¿Cómo tiene la pierna esta noche, señor Alfonso? ¿Vuelve a tener espasmos?

 

—Un poco —admitió él—. Pero es culpa mía.

 

Juan lo miró sorprendido. Pedro, por su parte, miró a Paula, esperando encontrar una expresión similar en su rostro. Sin embargo, ella parecía satisfecha, contenta…

 

—Estoy pagando el precio por ser un vago —añadió Pedro—. Tú has hecho todo lo que has podido para ayudarme, Juan, pero yo no he sido muy buen paciente. Eso va a cambiar.

 

—¿Sesión mañana a la hora de siempre? —le preguntó Juan esperanzado.


 —No. A primera hora de la mañana. Tal vez podamos hacer otra más a mediodía —dijo Pedro. Tragó saliva y miró a Paula—. No voy a rendirme. 



A la mañana siguiente, Paula se levantó de la cama antes de que sonara el despertador. No había dormido nada bien. A pesar de que se había quedado dormida en cuanto tocó la almohada con la cabeza, se despertó justo después de las dos y no había podido volver a conciliar el sueño. Quería echarle la culpa al vino, pero sabía que era el hombre. Pedro la había alterado por completo. No era simplemente una atracción física lo que había entre ellos. A eso podría enfrentarse, por muy inconveniente que eso pudiera resultar dado que los dos vivían en el mismo departamento. Su ex era muy guapo, con un firme cuerpo de Marine. Aún le dolía admitir que su físico la había cegado y le había impedido ver la personalidad que él tenía hasta después de la boda. Ella no tenía voz ni voto en nada. David lo decidía todo en su nombre. «A mi modo o en la calle». 

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