miércoles, 2 de octubre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 74

Pedro se pasó la mano sobre la barba que le cubría la mandíbula. Al menos, debería haberse cambiado de ropa, pero, mientras vaciaba en una copa lo que le quedaba de una botella de coñac, consideró el esfuerzo que tendría que hacer para levantarse e ir a asearse cuando llevaba sentado en aquella butaca desde que llegó al ático. Decidió que la única manera de escapar de su infierno personal era beber para olvidar. Se había puesto aún de peor humor hacía dos horas, cuando comprendió que Paula ya estaría en su avión privado rumbo a Londres, donde viviría en Ferndown House con su hija, pero sin él. Y su bebé, al que se aseguraría que no le faltara nada… Se tocó la mejilla y, cuando sintió que estaba húmeda, lanzó una maldición. Se aseguró que conseguiría olvidarla, aunque no lo ayudaba que, en aquellos instantes, estuviera viéndola junto a la ventana. Debía de ser una alucinación, un producto de su imaginación. Sin embargo, la visión empezó a andar y se acercó a él.


–¿Estás borracho?


–Si lo estoy, no es asunto tuyo. Deberías estar en un avión…


–He decidido quedarme –replicó ella mientras se arrodillaba frente a él.


–¿Quedarte dónde?


Pedro la miró atónito. Era eso o besarla y sus besos le habían ocasionado todo tipo de problemas, como lo de hacer el amor en la ducha, la única vez que se le había olvidado usar preservativo.


–En la mansión Zolezzi, aquí… No lo sé. No me importa mientras estemos juntos.


–El único problema con ese plan, Paula, es que yo no quiero estar contigo. Creo que ya te habrás dado cuenta.


–Me he dado cuenta de muchas cosas, Pedro. En primer lugar, de que eres un mentiroso.


Pedro lanzó una maldición, pero eso no le impidió a Paula seguir inclinándose sobre él hasta que su rostro quedó a pocos centímetros del de su esposo. Dejó la copa en el suelo para rechazarla, pero ella se levantó y se sentó sobre su regazo. Aquella boca era su perdición. Con un salvaje gruñido, la besó y bebió de sus labios como si hubiera estado perdido en el desierto y ella fuera agua fresca.


–Te amo.


–Te dije que no te enamoraras de mí. No soy bueno para tí y mucho menos para ese bebé tuyo.


–También es tuyo. Nuestro.


–Ya te he dicho cómo era mi padre y lo que me hizo. ¿Y si yo soy como él? Tengo el mismo genio de Iván. He aprendido a controlarlo, pero, ¿Y si un día no puedo hacerlo? ¿Y si les hago daño al bebé o a tí?


–Eso no ocurrirá nunca.


Paula se levantó y comenzó a andar por el salón.


–¿Acaso crees que yo pondría en peligro la seguridad de mis hijos y su bienestar? Te he visto con Sofía y tus sobrinas. Tu paciencia y tu cariño. No eres el diablo que era tu padre.


–¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes tener tanta fe en mí?


Paula le dedicó una bella sonrisa.


–Porque te conozco. Sé que eres capaz de amar. Comprendo por qué tienes miedo, pero eres un buen hombre, Pedro. No tienes que ponerte a prueba ante nadie, y mucho menos conmigo. Te amo con todo mi corazón. Te necesito. Y nuestro bebé también.


Pedro pensó en lo que ella acababa de decirle y sintió esperanza en su interior. Se levantó y se dirigió hacia Paula. Ella lo miro con aprensión en la mirada.


–Dí algo. ¿Puedes amarme, aunque solo sea un poquito?


–Paula… –susurró él con un hilo de voz. Entonces, la tomó entre sus brazos y la estrechó con fuerza contra su pecho–. Te amo, corazón mío. 


Le besó los párpados, la punta de la nariz y los labios. Paula le devolvió el beso con la dulzura y la luz que era su esposa, el amor de su vida.


–No sé por dónde empezar –susurró–. Me has llegado muy dentro, como no había hecho ninguna mujer en toda mi vida. Me defendiste cuando nadie lo había hecho antes.


–Entonces, ¿No fue amor a primera vista? –bromeó ella.


–Estaba ciego, pero tú me has demostrado que eres hermosa por dentro y por fuera. Sentí que se me rompía el corazón cuando te pedí que te marcharas, pero pensé que era lo mejor.


En ese momento, Paula le tomó la mano y se la colocó sobre el vientre, donde crecía la nueva vida que habían creado juntos y que los unía inexorablemente.


–Amaré a este bebé y a Sofía, pero, sobre todo, te amaré a tí durante el resto de nuestras vidas. Para siempre.

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