Detrás del mostrador de recepción, había una puerta que conducía a un pequeño pasillo. Allí estaban las oficinas, la lavandería y los cuartos de suministros. Recordaba haber jugado al escondite allí, cuando iba a visitar a su abuelo. La sala de descanso para el personal era nueva, pero no preguntó. Sin duda ella le había hablado al respecto en uno de los innumerables correos que le había enviado. El departamento del dueño estaba a la derecha. La puerta estaba cerrada y tenía una placa en la que se leía Privado justo debajo de la mirilla. Paula se sacó una llave del bolsillo y la abrió. Pedro entró y se vio asaltado por los recuerdos de su abuelo, la única persona cuyo amor había sido completo e incondicional. Sin embargo, igual que le había ocurrido en el vestíbulo, nada allí era tal y como él lo recordaba. La última vez que estuvo allí, la decoración era mucho más masculina. No solo los tonos pastel parecían más propios de una mujer, sino también los muebles y la decoración en general. Ya no olía a la pipa de su abuelo. El aroma era ligero, fresco. Era el aroma de Paula, lo que le resultó excitante y reconfortante a la vez.
—Usted vive aquí.
—Llevo viviendo aquí unos años, sí —admitió ella—. Alojamiento y manutención son una de las cosas buenas de este trabajo.
—Lo sé, pero era el departamento de mi abuelo. Es para el dueño. No me había dado cuenta…
—¿No se había dado cuenta? —preguntó ella con incredulidad—. Pero si se lo dije…
—Pensaba que había un departamento al otro lado del vestíbulo para el director —la interrumpió él.
Paula frunció los labios antes de responder, lo que hizo que Pedro se fijara en ellos y viera que no necesitaban maquillaje alguno para resultar atractivos.
—Así es… O más bien era. Sin embargo, dado que este apartamento estaba aquí siempre vacío, yo… Es decir, nosotros, decidimos que tenía más sentido convertirlo en una suite de lujo que pudiera acomodar a cuatro huéspedes o más para estancias más largas.
—¿Nosotros?
Paula se sonrojó.
—Le envié varios informes en los que se enumeraban los pros y los contras. Usted me dijo que estaba de acuerdo con el análisis de beneficios que le envié cuando le hice la sugerencia.
—Sí. Ahora me acuerdo —mintió Pedro.
Ella se había ocupado muy bien del resort. Todo el dinero que se había invertido había supuesto beneficios. A pesar de que él hubiera dado su aprobación a todo lo que ella le había sugerido, había sido Paula la que lo había pensado y calculado todo. La que había tomado las decisiones. Pedro tenía una licenciatura en Empresariales que nunca había utilizado. Pensaba hacerlo en lo sucesivo. Haría bien en prestar atención y aprender todo lo que pudiera de una mujer que, evidentemente, era una directora muy competente.
—Desde entonces, siempre ha estado ocupada —dijo ella.
Lo que significaba que estaba ocupada en aquellos momentos. Pedro se dió cuenta de la comprometida situación que tenían en aquellos momentos.
—¿Y dónde va a dormir usted, señorita Chaves?
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