miércoles, 23 de octubre de 2024

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 39

 —Está bien. Te diré lo que sí puedes hacer. Basándome en tu actual condición física y en tu actitud, puedes seguir siendo un inválido amargado.


Ella esperaba que Pedro volviera a mostrar su furia. Se quedó consternada al ver que no era así. Su voz perdió el acero que ella había esperado.


 —Soy un inválido, Paula. Amargado o no.

 

—Juan piensa que te podrías poner más fuerte si siguieras sus consejos a la letra en vez de saltarte las sesiones y luego esforzarte al mínimo cuando las haces.

 

—¿Han estado Juan y tú hablando de lo que tengo que hacer? No sabía que era tema de conversación entre ustedes dos.

 

—¿Sabes cuál es el problema, Pedro?

 

—Estoy seguro de que estarás encantada de decírmelo — bufó él.

 

—De hecho… Tu problema es, Pedro, que estás esperando a que alguien agite una varita mágica y te devuelva la salud de antes.

 

—Tont…

 

—No he terminado.


Paula esperaba que aquella conversación no le costara su puesto de trabajo. Tanta franqueza podía terminar pasándole factura, pero tenía que darle a Pedro el toque de atención que necesitaba. Dado que nadie más parecía dispuesto a hacerlo, ella haría los honores. Cuanto antes volviera a ser casi el de antes, antes se marcharía de allí y antes volverían las cosas a la normalidad en el resort.  Decidió ignorar la vocecilla que, desde su interior, le decía que lo echaría de menos. La apartó y siguió con sus consejos, descartando esfuerzo alguno por mostrar tacto o cortesía con él. Pedro necesitaba oír la verdad sin ambages. 


—Tú tienes el poder de cambiar tus circunstancias. Tal vez no puedas volver a ser el de antes, pero ser feliz, disfrutar de tu futuro… Eso depende de tí.


 —¿Es eso lo que hiciste tú, Paula?

 

—¿Qué quieres decir?


 —Después de tu divorcio. Te encerraste en Hadley Island y te entregaste al trabajo.


 —Tú no sabes nada sobre mi matrimonio o mi divorcio.


 —Eso se remedia muy fácilmente —murmuró él.

 

—No estamos hablando sobre mí.

 

—Qué suerte —le espetó él—. ¿Eres feliz, Paula? ¿Te sientes realizada?


 —Te repito que estamos hablando sobre tí —dijo ella, negándose a regresar al pasado—. Pregúntate, Pedro. ¿Es así como quieres pasarte el resto de tu vida? ¿Enfadado y siendo desagradable con todo el mundo? ¿Derrotado? Si es así, espero que encuentres otro lugar en el que hacerlo.


Él se quedó boquiabierto. Entonces, preguntó con incredulidad:

 

—¿Me estás diciendo que me marche de mi propio resort?

 

—No.

 

—¿De verdad? Porque eso es precisamente lo que me ha parecido, Paula. 

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