lunes, 2 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 11

Llamó a la puerta del piso. Esta se abrió casi inmediatamente. Por el mono de nylon que Paula llevaba, Pedro dedujo que acababa de llegar de su trabajo. Sin la gorra de béisbol ocultándole el rostro, vió que ella tenía rasgos delicados y que podría ser incluso muy guapa si no hubiera estado tan pálida y tan ojerosa. Tenía el cabello castaño, recogido en una larga trenza. Sus ojos azules, del color del cielo de primavera, eran muy hermosos. Sin embargo, las oscuras ojeras que tenía bajo ellos enfatizaban aún más su aspecto enfermizo. Pedro tuvo un pensamiento, una sospecha que se apoderó de él y que se desvaneció en cuanto Paula se quitó el mono para quedarse con una camiseta gris muy vieja y pudo verle los brazos. No había marca alguna asociada con la drogadicción. Observó los vaqueros baratos, que llevaba metidos por dentro de unas botas negras y pensó inmediatamente en Camila Martínez, la hija del duque de Feria y la candidata favorita de su abuelo para convertirse en su esposa. La diferencia entre la aristocrática Camila, que podía remontarse en su linaje muchos siglos atrás, y Paula, que parecía haber salido de las páginas de Oliver Twist, era dolorosamente evidente. Le demostraría a su abuelo que él no era una marioneta dispuesta a bailar al son que el anciano tocara cuando se presentara en la fiesta de cumpleaños de Alfredo y anunciara que se había casado con aquel pequeño gorrión en vez de con un pavo real.


–Te dije que me llamaras cuando llegaras para que yo me reuniera contigo abajo –le dijo Juliet a modo de saludo–. Si has dejado tu coche estacionado ahí fuera, tiene muchas posibilidades de que lo destrocen. En esta zona hay un gran problema con las bandas.


Pedro se echó a temblar mentalmente al pensar que le pudieran destrozar su Lamborghini.


–Esta zona no es un lugar seguro para estar afuera por las noches – replicó sin poder evitar pensar que ella tendría que caminar sola por aquellas calles en la oscuridad cuando terminaba su turno de limpiadora. En ese momento, un ruido le hizo mirar hacia el estrecho pasillo. Se abrió una puerta y una niña salió corriendo.


–Mamá, ¿Adónde vas?


La niña era tan menuda y pálida como su madre. La pequeña miró a Pedro con cautela y él se quedó atónito al comprobar lo vulnerable que era… Lo vulnerables que eran las dos. Paula tomó a su hija en brazos.


–Sofía, te he dicho que voy a salir un rato con un… Amigo. Te va a cuidar Alicia.


Una mujer de cierta edad salió del pequeño salón y miró a Rafael con curiosidad.


–Vamos a la cama, kotek. Te leeré un cuento que te ayudará a quedarte dormida –dijo. Entonces, miró a Paula–. La niña estará bien conmigo. Vete a cenar con tu amigo y pásatelo bien.


–¿Quién es esa mujer que está cuidando de tu hija? –preguntó Pedro cuando Paula salió del piso y cerró la puerta a sus espaldas. 


Se había puesto una cazadora de cuero falso que parecía tan barata como el resto de su atuendo. Durante un momento, Pedro se preguntó qué demonios estaba haciendo. ¿De verdad iba a poder casarse con aquella insulsa que parecía mucho más joven que los veinticinco años que tenía?

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