lunes, 9 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 30

 –Tu hermana me ha prestado un camisón porque he mandado a lavar mi pijama. Me lo devolverán más tarde.


–Espero que no.


–No creo que importe mucho que mi pijama sea horrible –dijo ella a la defensiva–. No me verás con él puesto. No es que vayamos a pasar la noche juntos. O, al menos, eso fue lo que me aseguraste.


–Solo me refería a que la temperatura aquí en Valencia es mucho más cálida que en Inglaterra y que no tendrás que ponerte un pijama tan grueso.


–Eso no es cierto. Piensas que tengo un aspecto terrible, al igual que el resto de tu familia, aparte de tu hermana, que es muy amable.


Pedro le estaba muy agradecida a Sofía por haberse llevado a Sofía a jugar al jardín con sus gemelas. Luciana le había explicado que estaba casada con Mariano Davenport, un inglés que trabajaba para un banco en Valencia. La familia vivía en la mansión. Las gemelas eran bilingües y charlaban alegremente con Poppy en inglés.


–No me importa lo que tú o tus parientes piensen de mí. Nunca he fingido ser otra cosa que no sea una madre soltera y trabajadora, razones por la que, precisamente, me elegiste para ser tu esposa –le recordó ella, desesperada por ocultar el dolor que sentía.


–Siento que hayas tenido que sufrir el temperamento de mi abuelo – dijo Pedro suspirando profundamente–. Alfredo está enfadado conmigo, no contigo, pero yo debería haber considerado tus sentimientos cuando te impliqué en el conflicto que tengo con él.


Paula se mordió el labio. Aquella disculpa sonaba sincera, pero no cambiaba en nada la situación.


–No quiero quedarme aquí cuando resulta evidente que Sofía y yo no somos bienvenidas. No creo que tu abuelo quiera que yo asista a su fiesta. Dijiste que te nombraría presidente si estabas casado cuando cumpliera ochenta años y eso es lo que va a ocurrir. No hay razón para que yo siga aquí. Estoy segura de que te sentirás muy aliviado cuando me haya marchado.


–Me temo que no te vas a poder ir a ningún lado durante un tiempo – le dijo Pedro–. Más exactamente, durante un año.


–¿Qué quieres decir?


–Alfredo se niega a nombrarme presidente porque cree que nuestro matrimonio no es de verdad. Mi abuelo me nombrará su sucesor y, dentro de un año, me cederá su puesto como cabeza de la empresa si sigo casado. Lo único que tengo que hacer es demostrar que nuestro matrimonio es real durante un año.


Paula tomó la palabra cuando terminó de digerir aquella información.


–De ninguna manera. Nuestro acuerdo era que nos separaríamos después de un par de meses y que nos divorciaríamos en cuanto fuera legalmente posible.


–El contrato que firmamos estipula que tú recibirás tu dinero en cuanto yo me convierta en presidente.


–En ese caso, renuncio al dinero –dijo ella. Tenía que haberse imaginado que aquel trato era demasiado bueno para ser verdad–. No debería haber accedido nunca a casarme por conveniencia. Solo quiero volver a Inglaterra con Sofía y olvidarme de que te he conocido.


Pedro entornó la mirada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario