viernes, 13 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 39

 -Estoy segura de que siempre has hecho todo lo mejor por tu hija – dijo Luciana cariñosamente–. Sofía puede utilizar uno de los trajes de baño que se le han quedado pequeños a mis hijas. Yo te prestaré uno a tí.


Paula decidió que su conciencia no le permitía que Sofía se perdiera su primera experiencia en una piscina. La emoción de la niña cuando llegaron más tarde la ayudó a superar la reticencia a quitarse el albornoz y a quedarse tan solo con el traje de baño azul cielo que Luciana le había prestado. Las gemelas ya estaban en el agua y ella se dió cuenta de que nadaban con mucha soltura. Se sintió culpable de que, por las circunstancias, Sofía se hubiera perdido tantas cosas, en especial un padre. Valentina y Alma estaban jugando con el suyo. Minutos después, Luciana se lo presentó a Paula.


–Iba a llegar a tiempo para el almuerzo, pero retrasaron mi vuelo – explicó Mariano Davenport con una enorme sonrisa–. Según me han dicho te enfrentaste a Alfredo. Ojalá hubiera estado presente para verlo.


Luciana y Mariano eran tan simpáticos que Paula comenzó a relajarse mientras jugaba en la piscina con Sofía, que iba equipada con unos manguitos y estaba flotando feliz en el agua.


–También hay una piscina cubierta. Si la traes todos los días, Sofía no tardará en aprender a nadar sin manguitos –le dijo Luciana.


Por primera vez desde que Pedro le dijo que tendrían que permanecer casados durante un año, Paula comprendió que su situación tenía ciertos beneficios, sobre todo para su hija. Sintió que se le hacía un nudo en el estómago al recordar lo que ocurrió cuando él la encontró en el balcón y la besó. Aquel beso había sido mucho mejor de lo que había imaginado. Y se lo había imaginado a menudo. Sus fantasías secretas, en la que la tomaba entre sus brazos y la besaba, no se habían visto defraudadas por la realidad. Solo pensarlo le provocaba un hormigueo en los pechos y, cuando se miró, se sintió escandalizada al ver que los pezones se le marcaban por debajo del traje de baño. De repente, una voz profunda con un sensual acento llamó su atención. Rápidamente se sumergió en el agua cuando vió a Pedro al borde de la piscina. Un bañador azul marino, algo bajo en las caderas, unas fuertes y velludas piernas, un liso abdomen y un ancho torso, muy bronceado, cubierto de un vello negro y sedoso. ¡Dios santo! Se dirigió a aguas más profundas para ocultar la reacción de su cuerpo ante aquella descarada masculinidad. Sofía lanzó un grito de alegría al verlo.


–¡Pepe! ¿Vienes a nadar?


Pedro se lanzó en la piscina y buceó bajo la superficie antes de reaparecer y apartarse el cabello húmedo del rostro con las manos.


–A ver cómo nadas, campeona –le dijo a Sofía.


La niña comenzó a patalear inmediatamente, tal y como Paula llevaba más de veinte minutos intentando que hiciera. Se quedaron en el agua un rato, hasta que Sofía comenzó a temblar. Pedro la sacó al borde, donde Elvira la estaba esperando con una toalla. Entonces, él se volvió a Paula y frunció el ceño al ver la tensa expresión de su rostro.


–¿Qué te pasa? Se supone que tenemos que jugar a las familias felices, pero no has parado de mirarme fijamente.


–Exactamente. Todo esto es un juego para tí –respondió ella–. Mientras tú estás jugando a las familias felices para impresionar a tu abuelo, existe el peligro de que Sofía te tome demasiado cariño. Cuando accedí a nuestro acuerdo de matrimonio, solo iba a ser durante un par de meses, pero ahora tenemos que estar juntos un año entero. Para Sofía será más difícil cuando me la lleve a Inglaterra.

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