miércoles, 11 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 32

Paula sabía que estaba hablando sin sentido, para distraerse del hecho de que, de repente, Pedro estaba mucho más cerca. ¿Cómo se había movido sin que ella se percatara? Era mucho más alto que ella. Se encontró mirando los abultamientos de los impresionantes pectorales bajo la camiseta. El aroma de su colonia volvía a asaltarle los sentidos. Entonces, se dió cuenta de que él la estaba mirando muy fijamente. El brillo de aquellos ojos verde oliva la sobresaltó. Se dijo que debía de estar imaginándose el interés que había en aquella mirada. No le interesaba a Pedro como mujer. Para él, solo era una herramienta que podía ayudarlo a conseguir lo que quería. Dió un paso atrás, pero se encontró atrapada entre el cuerpo de Pedro y la balaustrada. Él colocó las manos sobre esta, a ambos lados de ella, y frunció el ceño cuando se zafó de él.


–Vamos a tener problemas para convencer a mi abuelo de que nuestro matrimonio es real si te encoges cada vez que me acerco a tí. Hiciste lo mismo durante nuestra boda.


–No me advertiste que me ibas a besar. No lo estaba esperando.


–En ese caso –le dijo él tras dedicarle una intensa mirada, que reflejó algo diferente, algo caliente que aceleró los latidos del corazón de Paula–, te advierto desde ahora que será necesario que nos besemos cuando alguno de mis familiares esté presente.


–Tú no quieres besarme…


–Bueno, me estoy haciendo a la idea y, por cierto, no creas que te pareces a la novia de Frankenstein.


–Me siento muy halagada –comentó ella, tratando de sonar sarcástica, pero sin conseguirlo.


Paula sintió que se le hacía un nudo en la garganta cuando vió que Pedro se inclinaba hacia ella. Era tan guapo y sería tan fácil caer en su embrujo… Sin embargo, sería muy peligroso. Apartó la cara y sintió que el aliento de él le acariciaba la mejilla.


–No quiero que me beses.


Pedro le atrapó la barbilla entre los largos dedos y ejerció una ligera presión hasta que ella se vió obligada a mirarlo.


–¿Cómo lo sabes si no lo has probado? Tal vez te guste.


Eso era precisamente lo que Paula se temía. No pudo ocultar el temblor que le recorrió el cuerpo cuando Pedro le deslizó el pulgar sobre el labio inferior.


–No eres mi prisionera y no voy a hacer nada que te impida regresar al interior de la casa –murmuró Pedro–. Sin embargo, si no te mueves en los próximos diez segundos, voy a besarte.


Era cierto que Paula podía zafarse de él fácilmente. Sin embargo, sus pies parecían estar pegados al suelo. Su instinto de autoprotección la animaba a salir corriendo, pero un instinto mucho más fuerte, que estaba profundamente arraigado a su feminidad, la mantenía allí, contra la balaustrada, mientras la boca de Pedro se iba acercando. Entonces, él le rozó los labios con los suyos y ella sintió que el mundo se salía de su eje. Había esperado que Pedro la besara con la arrogancia que era tan propia de él, pero sus labios se mostraron delicados, cálidos y seductores, desarmando por completo sus defensas de tal manera que separó los suyos sin dudarlo. Incluso entonces, él siguió moviéndose sin exigencias, saboreándola delicadamente, turbándola y embriagándola de tal manera que terminó por apretarse contra su cuerpo y colocarle las manos sobre el pecho. Sintió el poderoso latido de su corazón y entonces, con un pequeño suspiro de capitulación, le devolvió el beso. Cerró los ojos y dejó que sus sentidos se centraran en el sabor de los labios de Pedro. El calor de su aliento le llenaba la boca y su evocador aroma la envolvía mientras se deshacía, suave y delicadamente, contra su tonificado cuerpo.

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