lunes, 16 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 44

Ella bailaba con una gracia natural que lo cautivó. Pedro se maldijo en silencio cuando sintió una previsible reacción en cierta parte de su anatomía con el roce del cuerpo de Paula contra el suyo. Reconoció que tenía problemas y aprovechó la excusa de que la música había terminado para apartarse de ella.


–Ven, voy a presentarte a algunas personas –dijo, tomándole la mano. Inmediatamente, sintió que ella se tensaba–. Tranquila. El tío Álvaro y su esposa son muy agradables. Solo tienes que ser tú misma.


Pedro le presentó a sus tíos, explicándoles cómo y dónde se habían conocido. Sintió la mirada que Paula le dedicó cuando les dijo que había sido amor a primera vista. Lucrecia, la esposa de Álvaro, le miró la mano a Paula.


–Veo que no llevas anillo de compromiso. Pero bueno, Pedro…


–Nos casamos muy rápidamente. No hubo tiempo para elegir el anillo – dijo él.


–Álvaro y yo vamos a ir a Londres el mes que viene. Quiero ir a visitar el palacio de Buckingham. ¿Vives cerca, Paula?


–No, no muy cerca –respondió ella sin dudarlo.


–¿Y qué otros lugares de la capital me recomiendas que visitemos mientras estemos allí? –le preguntó Lucrecia.


–Bueno, si les gusta la música, les recomiendo que compren entradas para ir al Royal Albert Hall. Es un lugar maravilloso para escuchar un concierto. También está el Royal Festival Hall y la Royal Opera House. Todos son espectaculares.


–Supongo que trabajarías como limpiadora en alguno de esos lugares… –dijo una voz en tono sarcástico.


Pedro miró a su alrededor y vió que Alfredo estaba muy cerca. Evidentemente, su abuelo había estado escuchando la conversación. Furioso con el anciano, agarró con fuerza la cintura de Paula y esperó que ella no se hubiera disgustado. Su abuelo era un esnob.


–Abuelo… –le espetó muy secamente.


–En realidad, he bailado en todos esos lugares –dijo Paula con voz tranquila–. Yo era bailarina de ballet y, en mi breve carrera, bailé en varios de los mejores escenarios.


Pedro se quedó atónito. Oyó que Alfredo lanzaba un bufido de incredulidad, pero la tía Lucrecia comenzó a aplaudir muy emocionada.


–¡Me encanta el ballet, en especial El Lago de los Cisnes! En una ocasión, bailé la Danza de los pequeños cisnes.


–¿Sigues bailando?


–Profesionalmente, no. Tuve una lesión muy grave por un accidente y no pude continuar con mi carrera en la danza.


Alfredo se alejó de ellos y Pedro se excusó, dejando a Paula charlando con sus tíos.


–Abuelo –le dijo al alcanzarle.

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