viernes, 20 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 54

El tono de voz de Pedro hizo que Paula se sintiera como una niña pequeña. Después de dudarlo un momento, volvió a tomar asiento.


–Estar enfurruñada no es un rasgo muy atractivo.


–No estoy enfurruñada. Estoy cansada de juegos. Unas veces parece que dices una cosa y otras veces otra. Contigo, no sé qué terreno piso ni tampoco lo que quieres de mí. Y, francamente, no me importa.


Lo miró fijamente. Era tan guapo que, cada vez que lo miraba, le daba un vuelco el corazón. «Tienes que olvidarte de él», se dijo. Para su sorpresa, fue Pedro el que apartó primero la mirada.


–Vamos a almorzar con mi madre y con Eduardo, su esposo. Mi querida mamá está desesperada por el hecho de que mi abuelo no haya escogido a mi hermanastro como sucesor suyo y está dispuesta a hacer cualquier cosa para desacreditarme. Delfina no debe sospechar bajo ningún concepto que nuestro matrimonio es falso.


–Haré todo lo posible para fingir que creo que eres un regalo de Dios para las mujeres.


–No pongas a prueba mi paciencia, Paula.


–¿O qué?


Pedro se quitó las gafas de sol y la miró fijamente. Sin embargo, el brillo que había en sus ojos no era mal genio, sino deseo. El calor abrasó a Paula a la vez que la dejó muy confundida. La noche anterior él le había dicho que quería sexo con cualquier mujer que estuviera a mano y que esa había sido ella. Sin embargo, en aquellos momentos la miraba como si realmente fuera la mujer de sus sueños, como si ella fuera la única que deseaba. La tensión sexual restallaba entre ambos y, de repente, ella tuvo miedo, no de Pedro, sino del modo en el que él le hacía sentir. El modo en el que ella le hacía sentir a él si el deseo que se reflejaba en aquellos ojos verdes era auténtico. Rompió el contacto visual con él y respiró profundamente.


–Dijiste que deberíamos conocernos para convencer a Alfredo y al resto de tu familia que somos de verdad una pareja. Yo te he contado mucho sobre mí, pero no sé prácticamente nada sobre tí.


Pedro se volvió a poner las gafas de sol y se reclinó en la silla, observándola. Paula no tenía ni idea de lo que estaba pensando.


–¿Qué es lo que quieres saber?


–¿Por qué existe tanta animosidad entre tu madre y tú?


–Choque de personalidades.


–Deduzco que tus padres están divorciados dado que tu madre se ha vuelto a casar y tienes un hermanastro. ¿Mantienes el contacto con tu padre?


–No.


Pedro pronunció aquel monosílabo como si fuera una bala. Paula guardó silencio, por lo que él debió de darse cuenta de que ella estaba esperando a que continuara porque, después de un instante, murmuró:


–Mi padre murió hace años.


–Lo siento.

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