viernes, 20 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 51

Notó que él estaba muy duro por debajo de los pantalones. Paula se lo imaginó bajándose la cremallera y apartándole las braguitas para poder penetrarla. Estaba ansiosa porque él le hiciera el amor, pero así… ¿Un frenético coito en la oscuridad de aquella casa antes de que regresaran a la fiesta de cumpleaños de Alfredo? Más importante era que no estaba preparada para el sexo y, mientras se había perdonado a sí misma por haber tenido un embarazo no planificado, dos sería una irresponsabilidad absoluta. Sin embargo, la tentación de seguir permitiéndole a Pedro que la acariciara de aquella manera era demasiado fuerte. El cuerpo le vibraba de deseo cuando apartó la boca de la de él.


–¡No estoy tomando la píldora!


Pedro se quedó helado al escuchar las palabras de Paula. Hasta aquel momento, había estado totalmente poseído por un apasionado deseo. Su primera reacción fue la frustración por no llevar un preservativo en la chaqueta, tal y como siempre hacía cuando salía en Londres. No veía nada malo con las aventuras de una noche si las dos partes comprendían las reglas. Sin embargo, Paula no era una mujer con la que hubiera ligado en un club nocturno. Era su esposa. Solo en apariencias, tal y como le había asegurado que sería en un principio, cuando aún no había visto cómo era ella en realidad. Había estado totalmente ciego a su belleza y no había sido consciente de su vulnerabilidad, que era evidente en aquellos momentos. Se levantó del sofá y le ofreció la mano para que ella hiciera lo mismo. La penumbra que reinaba en la casa de verano no podía ocultar el rubor que le cubría las mejillas. Se colocó el vestido para taparse los senos.


–¿Me puedes subir la cremallera?


Le ofreció la espalda y Pedro sintió que se le hacía un nudo en el estómago al apartarle el sedoso cabello sobre uno de sus delicados hombros para poder cerrarle el vestido.


–No puedo volver a la fiesta –dijo ella.


Pedro la observó y vió que tenía los labios hinchados por los besos. Se le ocurrió que su abuelo no tendría duda alguna de que su matrimonio era real si veía pruebas de que los dos se habían escapado de la fiesta para disfrutar de su pasión. Sin embargo, no podía humillarla así delante de toda su familia. Apartó la mirada y trató de poner su libido bajo control.


–Puedes entrar en la casa por las cocinas y usar la escalera de servicio para subir a mi departamento. Así nadie podrá verte. Diré que no te sentías bien y que te has ido a la cama.


–Gracias.


Paula se puso de puntillas y le dió un beso en la mejilla. Pedro sintió que el pulso se le aceleraba al aspirar su femenina fragancia, una mezcla de perfume con el aroma de su sexo en los dedos.


–Pedro…


No quería hablar de lo que acababa de ocurrir. No debería haber ocurrido y ciertamente no volvería a pasar.


–Debería volver a la fiesta antes de que se note mi ausencia.


El gesto de dolor que se reflejó en los ojos de Paula al escuchar el seco tono de su voz, lo convenció de que debería haber prestado atención a las voces de advertencia que había escuchado en su cabeza cuando  huyó de la fiesta y él salió corriendo detrás de ella.

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