lunes, 9 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 28

 –El matrimonio es perfectamente legal –afirmó Pedro mientras se ponía de pie y colocaba con fuerza las manos sobre el escritorio. El abogado se estremeció, pero Alfredo permaneció totalmente impasible–. Yo he cumplido mi parte del trato y espero que tú honres la tuya, abuelo.


–¿Y qué sabes tú de honor? Estoy convencido de que no tienes la intención de que tu matrimonio sea algo permanente y que, una vez que seas presidente, buscarás el divorcio. Sin embargo, la boda tuvo lugar en Inglaterra y, en virtud de las leyes del Reino Unido, no se puede pedir el divorcio al menos hasta un año después de la boda.


Pedro se tensó.


–¿Adónde quieres llegar con esto?


–Este sábado, durante la fiesta de mi cumpleaños, anunciaré que eres mi sucesor, tal y como acordamos, pero no te cederé el puesto hasta la fecha del primer aniversario de tu boda y solo lo haré si estoy convencido de que tu matrimonio es real, y no solo un truco para engañarme. Estoy seguro de que no habrá necesidad de que yo trate de mostrar la validez de tu matrimonio. Sospecho que un año es toda una vida para un playboy como tú, sobre todo si tienes que mantener una relación de compromiso con la esposa poco agraciada que tienes.


–No puedes hacer eso… Me dijiste que…


–Puedo hacer lo que considere necesario para proteger los intereses del Grupo Zolezzi –lo interrumpió Alfredo–. Si te entregara la empresa y te divorciaras solo después de unos meses, parecería que te falta compromiso. En vez de eso, te nombraré mi sucesor y tendrás que establecerte en Valencia para que los dos podamos tener un contacto diario y así asegurar una transición perfecta. Por ello, espero que tu esposa y tú paséis un año viviendo aquí. Si regresas a Inglaterra, podría haber rumores de tensiones entre nosotros, lo que preocuparía a la junta y a nuestros accionistas, quienes ya tienen sus reservas sobre tu idoneidad para dirigir la empresa.


–Estoy seguro de que Paula no querrá quedarse aquí después del modo en el que la hablaste. Su hija está acostumbrada a mi casa de Londres y no creo que fuera bueno que la niña tenga que vivir en un país diferente.


–Los niños se adaptan con facilidad –replicó Alfredo fríamente–. O permaneces casado durante un año o Roberto y su equipo legal convencerán a un tribunal de que tu matrimonio es un ejercicio fraudulento diseñado para engañarme y hacer que yo te nombre mi sucesor.


Pedro lanzó una maldición.


–No puedes dictar dónde vivo ni lo que hago en mi matrimonio.


Como no quería darle a su abuelo la satisfacción de ver cómo perdía el control, Pedro se dió la vuelta y salió del despacho. La verdad era que el anciano podría hacer lo que quisiera. Alfredo había sido más inteligente que él en aquella batalla, pero no había ganado la guerra. Una hora en el gimnasio alivió parte de la tensión que Pedro sentía, pero aún seguía furioso cuando salió y regresó a sus habitaciones privadas. Fue directamente al bar y sacó una cerveza del frigorífico. Se hubiera tomado algo más fuerte, pero no le pareció buena idea dado que tenía que asistir a un almuerzo familiar algo más tarde. Y con su esposa. Pedro lanzó una maldición y salió a la terraza que recorría toda la longitud de sus habitaciones en la parte posterior de la casa y miró hacia el jardín. Entonces, vió a Paula.

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