miércoles, 11 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 35

Los dos salieron al pasillo y descendieron por la escalera para dirigirse hacia otra zona de la casa. Pedro se tuvo que detener varias veces mientras ella se paraba para admirar los cuadros que estaban colgados de las paredes.


–¿No me digas que es un Van Gogh original? –le preguntó ella. Parecía estar completamente atónita–. ¿Y un Cezanne y un Renoir? Es una colección de arte impresionante. ¿Pertenecen estos cuadros a tu abuelo?


–Algunos son míos. Compré el Jackson Pollock en una subasta hace un año.


Pedro sintió curiosidad por el hecho de que una mujer que había vivido en un piso de los servicios sociales, que vendía bocadillos y que limpiaba para ganarse la vida supiera tanto de arte. Paula lo intrigaba… De hecho, era la única mujer que lo había hecho nunca.


Paula se detuvo delante del Pollock y estudió la pintura.


–Se me había olvidado que no habías tenido oportunidad de recorrer la casa porque tu enfermedad te ha mantenido confinada en la cama. Te lo enseñaré todo después de almorzar.


Pedro estaba a punto de abrir la puerta del comedor, pero Paula le colocó la mano sobre el brazo.


–¿Va a ser tan horrible como la última vez?


Pedro le tomó la mano entre sus dedos y notó que la tenía muy fría.


–Ya te he explicado que Alfredo no está enfadado contigo.


–Está desilusionado conmigo porque no soy lo suficientemente buena para ser tu esposa.


–No, cariño. Mi abuelo siempre se ha sentido desilusionado conmigo. Tú no has hecho nada malo y no pienso volver a permitir que te insulte.


A pesar de las palabras de ánimo de Pedro, Paula se sentía muy nerviosa. Él abrió la puerta y la hizo entrar en el comedor. La condujo hacia un grupo de personas que estaban reunidas junto a la terraza, donde se estaba sirviendo el aperitivo. La presentó a sus innumerables parientes y Paula fue consciente de la curiosidad que despertaba. Lo peor, fueron los comentarios que le escuchó por casualidad a la madre de Pedro sobre su ropa. Tal vez no le había informado a su familia que ella sabía hablar español. El antagonismo que se notaba entre él y su madre, la elegante y fría Ana Zolezzi, era otro enigma. Recordó que Pedro le había mencionado que tenía un hermanastro, pero no parecía estar presente en el almuerzo. Cuando se sentaron a comer, se sintió aliviada al ver que Alfredo estaba sentado al otro lado de la mesa. No le prestó atención alguna, pero estaba demasiado nerviosa para disfrutar del copioso menú. Estaba jugueteando un poco con el postre, un delicioso pastel de chocolate que, en otro momento le habría encantado, cuando Alfredo se dirigió a ella en inglés.

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