lunes, 2 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 12

Se recordó que, seguramente, aquel aire de inocencia tenía que ser solo una fachada. Tenía una hija ilegítima. Además, no le importaba qué aspecto tuviera. Lo único que le interesaba era ponerle una alianza en el dedo. Cuando hubiera cumplido con la escandalosa condición de su abuelo, se convertiría en el presidente del Grupo Zolezzi. No creía que fuera a pasar mucho tiempo junto a su esposa y, además, buscaría la manera de dar por finalizado su matrimonio lo antes posible.


–Alicia es una vecina. Es polaca y muy amable. Yo no podría trabajar de limpiadora si ella no hubiera accedido a cuidar de Sofía todas las noches. No tiene abuelos y adora a Alicia.


–¿Qué les ocurrió a tus padres?


–Murieron en un accidente de coche hace seis años –dijo ella simplemente, conteniendo sus emociones.


–Creo que dijiste que no tenías otros parientes aparte de unos tíos en Australia.


–Sí. Mi tía Viviana es la hermana de mi madre. Me quedé con mi tío, con mis tres primos y con ella un tiempo, pero su casa es muy pequeña y estábamos muy apretados, especialmente cuando nació Sofía.


Aquello significaba que Paula no tenía familia en Inglaterra que podrían cuestionar un matrimonio tan repentino. Mientras entraban en el ascensor, Pedro volvió a imaginarse la reacción de su ultraconservador abuelo cuando le presentara a una madre soltera que vendía bocadillos como su esposa. Eso le enseñaría a Alfredo a no interferir en su vida. Las puertas se abrieron en la planta baja. Pedro agarró del brazo a Paula cuando pasaron por delante de la pandilla de adolescentes, que se arremolinaban a la entrada del edificio mientras se pasaban un porro.


–¿Por qué vives en este agujero? –le preguntó mientras se dirigían al coche–. No puede ser un lugar muy bueno para criar a una niña.


–No vivo aquí porque me guste –contestó ella con tristeza–. Cuando Sofía era un bebé, vivíamos en una preciosa casa con jardín. Diana era la mejor amiga de mi madre. La razón por la que me marché de Australia fue porque ella me invitó a vivir en su casa. Era viuda y creo que disfrutaba con nuestra compañía. Sin embargo, murió después de una breve enfermedad y su hijo vendió la casa. Tuve que encontrar otro lugar en el que vivir en muy poco tiempo. Ya había empezado con el negocio de los bocadillos y necesitaba vivir en Londres, pero no podía pagar un alquiler. Tuve suerte de que los servicios sociales me ofrecieran una vivienda. Vivir aquí no es ideal, pero es mejor que no tener casa. Tú eres multimillonario –añadió señalando el Lamborghini–. No tienes ni idea de cómo es el mundo real fuera de tu torre de marfil.


Inexplicablemente, Pedro sintió la tentación de decirle que comprendía perfectamente lo que era vivir en pobreza, pero decidió que no había razón alguna para contarle a Paula cómo había sido su pasado. Prefirió no prestar atención al extraño vínculo que sentía con ella en ese sentido. Su infancia le había dado una fuerte determinación para conseguir lo que quería y era un mero peón en la partida de ajedrez que estaba jugando con su abuelo. Abrió la puerta del coche y esperó a que ella se montara antes de dirigirse al lado del conductor y ponerse al volante.


–Sé que cinco millones de libras podrían transformar tu situación y permitirte que pudieras proporcionarle a tu hija un hogar seguro y un cómodo estilo de vida sin preocupaciones económicas –comentó mientras arrancaba el motor del coche y la miraba–. Te estoy ofreciendo una oportunidad increíble para tu hija y para tí. Creo que deberías considerarlo muy en serio.

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