viernes, 27 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 61

Con los ojos cerrados, sintió que él se deslizaba por su vientre, por sus muslos. Los abrió de nuevo.


–¿Qué estás haciendo?


–¿Qué crees tú que voy a hacer?


–No tengo ni idea…


Pedro soltó una carcajada. Paula trató de juntar los muslos.


–Es imposible que seas tan inocente –susurró él.


Entonces, tiró de las caderas hacia él para que el trasero de Paula quedara al borde de la cama. A continuación, se colocó de rodillas frente a ella.


–No puedes…


Paula se sentía avergonzada y fascinada a la vez, muy excitada cuando él le separó las piernas y bajó el rostro hasta el centro de su feminidad. Le agarró el tobillo con una mano y la obligó a levantar la pierna, que se colocó sobre el hombro. Después, comenzó a deslizarle la lengua entre los rizos haciendo que el deseo que ella sentía se desbocara aún más. Al ver la oscura cabeza de Pedro entre sus muslos, se sintió horrorizada en parte por permitir que él le diera placer de aquella manera. Sin embargo, no podía negar que las sensaciones que estaba experimentando eran las más exquisitas que había sentido nunca. Se apoyó con fuerza contra el colchón, retorciéndose de placer mientras el fuego que sentía en su interior iba in crescendo. Nada podría haberla preparado nunca para el gozo que le proporcionaban las íntimas caricias de Pedro ni los murmullos de aprobación que él dejó escapar cuando Paula se arqueó para ofrecerse. Sintió una fuerte sensación en la pelvis, que parecía tensarla por dentro hasta que empezó a temblar llena de desesperación por algo que parecía quedar por el momento fuera de su alcance. Entonces, ocurrió. Él deslizó la lengua por el tenso clítoris y el nudo que tenía en su interior se deshizo, dejando a su paso un estallido de placer que la hizo temblar de la cabeza a los pies, llenándola con la pegajosa dulzura de un poderoso clímax. Su primer orgasmo. Lo recordaría mucho después de que su matrimonio hubiera terminado. Sintió que se le hacía un nudo en el corazón cuando aquella serpiente se deslizó en su paraíso. A medida que su respiración se fue tranquilizando, se dió cuenta de que la experiencia sexual más maravillosa de su vida no podía haber sido muy satisfactoria para Pedro. Cuando él se inclinó sobre ella y la besó, ella pudo saborear su propio sabor y se preguntó si él esperaba que ella le proporcionara el mismo placer que él le había dado. ¿Cómo podía sugerírselo? Se sentía frustrada por su inexperiencia.


–Yo… –susurró ella, sin saber cómo decírselo.


Lo observó sin comprender qué era lo que hacía. Vió que se alejaba de la cama.


–Oigo a Sofía –murmuró él.


¡Su hija! ¿Cómo se le podía haber olvidado?

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