viernes, 6 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 25

Pedro miró a Sofía, que le estaba ofreciendo el libro que tenía entre las manos, antes de responder al mayordomo.


–Dile a mi abuelo que estoy con mi hijastra y que iré dentro de unos minutos.


–¿Por qué tienes que enfrentarte constantemente a Alfredo? –le preguntó Luciana cuando José se hubo marchado.


–Tiene que darse cuenta de que no soy uno de sus acólitos – respondió Pedro–. Estoy harto de sus intentos de manipularme. Además, le prometí a Sofía que le leería un cuento.


Se había sentido muy protector con la hija de Paula desde la fea escena con su abuelo cuando llegaron a la casa.


–El abuelo y tú son los dos muy orgullosos –replicó Luciana–. Es como un choque entre toros.


En ese momento, la puerta del cuarto de juegos se abrió de par en par. Pedro miró hacia la puerta y vió a Paula en el umbral. Llevaba un pijama muy dado de sí, que se había desteñido hasta alcanzar un color indefinido. El cabello estaba muy despeinado y echado hacia atrás, lo que hacía destacar aún más la palidez de su rostro.


–¿Dónde está mi hija?


Lanzó un grito de alegría al ver a Sofía y voló hasta donde estaba su hija para tomarla en brazos.


–Cielo, por fin te encuentro. Tenía miedo de haberte perdido –dijo con un alivio palpable mientras las lágrimas se le deslizaban por las mejillas–. Pensé que te habías llevado a Sofía –añadió mirando a Pedro–. Me desperté y no sabía dónde estaba. Pensé… Espero que nadie la haya molestado. ¿Tu abuelo…?


–Alfredo no ha vuelto a ver a Sofía desde que llegamos hace dos días – le informó Pedro–. Como puedes ver, está a salvo. He estado cuidándola.


–¿Tú?


La desconfianza que había en la voz de Paula lo exasperó. Sin embargo, recordó cómo ella lo había acusado, con razón, de no haberlas defendido a ambas delante de su abuelo.


–No soy un ogro.


–No me puedo creer que lleve aquí ya dos días –dijo ella–. ¿Qué es lo que me ha ocurrido?


–Has estado enferma con un virus muy agresivo que te ha dado unas fiebres muy altas. El médico al que llamé te recetó una medicina para bajarte la fiebre y esta te dejó completamente dormida.


Pedro no añadió que el médico había expresado su preocupación sobre el bajo peso de Paula. Había comentado que seguramente estaba desnutrida, lo que le había permitido al virus derrotar sin problemas su sistema inmune.


–No recuerdo haberme puesto mi pijama. ¿Me desnudaste tú? –le preguntó Paula horrorizada.


–La enfermera que contraté fue la que te metió en la cama.


Pedro se sintió muy irritado por el hecho de que Paula se hubiera mostrado totalmente horrorizada de que él la hubiera desnudado. Ninguna otra mujer había respondido ante él de esa manera. Recordó que, al terminar la ceremonia de la boda, cuando trató de besarla en los labios para sellar su unión, ella había girado la cabeza para evitarlo. Aquel comportamiento le había sorprendido, dado que sabía que ella se sentía atraída por él.

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