miércoles, 18 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 47

 –Ese accidente no fue culpa tuya. Tienes que creerlo –afirmó Pedro mientras la tomaba entre sus brazos–. Niebla espesa y un camión que iba a demasiada velocidad. Tú no podías controlar nada de eso –añadió mientras le acariciaba suavemente el cabello–. Parece que tus padres te querían mucho…


Pedro pronunció aquellas palabras con un extraño tono en la voz que Paula no pudo definir.


–Sacrificaron muchas cosas para que yo pudiera conseguir mi sueño de ser bailarina. Gané una beca para asistir a una escuela de danza cuando tenía once años. La beca pagaba mi educación, pero había muchos otros gastos y mis padres trabajaban horas extra para poder comprarme zapatillas de ballet y cubrir todos lo demás –susurró–. Yo era la única alumna con beca de mi curso y la mayoría de los otros provenían de familias muy adineradas. Me hicieron sentir que yo no pertenecía allí porque venía de una familia normal. Igual que tu abuelo me hizo sentirme una intrusa cuando me presentaste como tu esposa.


–¿Por qué te quedaste en esa escuela si los demás te hacían sentir mal?


–Estaba decidida a ser bailarina de ballet. No me importaba nada más. Los demás dejaron de meterse conmigo cuando sacaba las notas más altas en todos los exámenes de ballet. Y también hice amigos. Carla, mi mejor amiga, es la hija de Víctor Mullholland, el famoso coleccionista de arte. A veces me iba con ella durante las vacaciones y su padre nos mostraba su colección de arte y nos hablaba sobre los cuadros. Carla ya es primera bailarina. Seguimos estando en contacto, pero envidio su carrera.


Pedro no dijo nada. Se limitó a apretarla contra su cuerpo como si lo comprendiera, como si le importara.


–Pienso utilizar parte de tu dinero en crear una escuela de danza para niños y adolescentes. Mi pierna no tiene la suficiente fuerza como para bailar en el escenario, pero sí puedo dar clase de ballet y ayudar a otros niños a conseguir el sueño que yo viví durante un breve espacio de tiempo.


Paula sintió que el corazón se le detenía cuando Pedro la besó delicadamente en la frente. El tiempo pareció quedar suspendido. No supo cuánto tiempo estuvieron así, con los brazos de él estrechándola contra su cuerpo y ella con la mejilla apoyada contra la pechera de su camisa. Sin embargo, gradualmente, comenzó a ser consciente de la firmeza de su cuerpo y del calor que este irradiaba. Cuando levantó la mirada, vió que la estaba mirando muy fijamente, con una intensidad que le produjo una extraña sensación en el estómago. Se sentía mareada, como si hubiera tomado demasiado champán. Pedro le deslizó una mano por debajo de la barbilla y la miró con una promesa sensual en los ojos que le aceleró los latidos del corazón. Una vez más, sintió que nada de todo aquello era real. Solo era un hermoso sueño del que nunca querría despertarse. Cerró los ojos y sintió cómo el aliento de él le acariciaba los labios.


–Abre los ojos…

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