miércoles, 18 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 46

 –A mi hermano le espera una buena sorpresa –le había dicho Luciana con satisfacción en la voz–. Estás maravillosa.


Paula se sentía maravillosa. Pedro le había dicho que estaba muy guapa y el corazón se le había desbocado al ver el brillo inconfundible del deseo en sus espléndidos ojos verdes. Había recuperado su orgullo después de sentir el desdén con el que él la miró el día de su boda. Sin embargo, se recordó que nada de todo aquello era real. Solo el vestido lo era, como también la docena de conjuntos que llenaban su guardarropa, con zapatos a juego en una amplia variedad de colores y todos los accesorios que podía necesitar. Sabía que sería fácil dejarse llevar por la magia que la había transformado en lo que era en aquellos momentos, pero no debía olvidar la razón por la que él se había casado con ella. No debía permitir que la sedujera un playboy confeso que le había dejado más que clara su opinión sobre el amor. Se aseguró que no sería tan necia como para enamorarse de él.


–¿Por qué estás aquí sola?


Paula se dió la vuelta y lo encontró muy cerca de ella. Demasiado cerca. Un fuerte calor explotó dentro de su cuerpo cuando el muslo de Pedro la rozó. Estaba impresionante con un esmoquin negro, una camisa blanca y una pajarita negra. Sin poder evitarlo, recordó cómo la había tenido entre sus brazos mientras bailaban juntos. Había deseado tanto poder abrirle la camisa para poder deslizar las manos sobre su torso desnudo…


–He salido a tomar un poco de aire –respondió con una sonrisa–. No estoy más sola aquí que ahí dentro, donde no conozco a nadie.


–Me conoces a mí.


–En realidad, no. Somos unos desconocidos, unidos por un alocado matrimonio.


Pedro frunció el ceño.


–Tenemos que pasar algo de tiempo conociéndonos o no podremos convencer a mi abuelo de que nuestra relación es verdadera. Para empezar, ¿por qué no me dijiste antes que habías sido bailarina de ballet?


–No me pareció que fuera a interesarte. Me elegiste para ser tu esposa porque pensabas que yo no tenía cultura y que venía de un pasado sumido en la pobreza.


–Ya me he disculpado por el modo en el que te traté.


–No tienes que disculparte cuando me vas a pagar cinco millones de libras.


Si Paula seguía recordándose el acuerdo al que habían llegado, tal vez le sería más fácil ignorar la ardiente intensidad de la mirada de Pedro, una mirada que le hacía desear que su matrimonio fuera real en todos los sentidos.


–El accidente de coche que terminó con las vidas de tus padres también acabó con tu carrera en la danza, ¿Verdad?


–Acababa de bailar el papel de Giselle en Londres. Era una de las bailarinas más jóvenes en ser escogida para ese papel –dijo Paula con profunda tristeza–. Mis padres murieron por mi culpa. Me llevaban a Birmingham, porque el ballet iba a debutar allí. Podría haber ido en el autobús con el resto de los bailarines, pero mis padres siempre acudían a mi primera representación.

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