lunes, 30 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 67

Algo había cambiado y Pedro sabía que era él. Todo había empezado cuando le contó a Paula lo que le ocurrió en su infancia, algo de lo que nunca le había hablado a nadie. Sin embargo, tal vez había empezado mucho antes, cuando la vió descender por la escalera el día de la fiesta de cumpleaños de su abuelo, tan etérea y encantadora con aquel vestido dorado. Su esposa. No se sentía muy cómodo con el sentimiento de posesión que se había apoderado de él ni lo comprendía. Sabía lo que era, sabía que eso era mejor que pensar que podría ser un hombre mejor, la clase de hombre que una mujer podría amar. ¿Por qué de repente le importaba? ¿Por qué? Peor aún, ¿por qué deseaba poder superar su pasado? La respuesta a todas aquellas preguntas estaba acurrucada a su lado, durmiendo. Le sorprendía mucho que, en el pasado, la hubiera considerado una mujer corriente. Se preguntó si Paula se había sentido victoriosa cuando experimentó unos orgasmos tan potentes con ella, tres veces la noche anterior. En aquellos momentos, el alba estaba empezando a despuntar en el horizonte y la única manera de resistirse a la tentación de volver a poseerla era levantarse de la cama. Se puso un pantalón de deporte, que, por suerte, le quedaba lo suficientemente suelto como para acomodar su erección, que había surgido de la nada al retirar la sábana y ver uno de los senos de Paula, con el pezón enrojecido de las veces que se lo había acariciado con los labios. Se dirigió a la cocina y preparó café. Entonces, se acercó a las puertas de cristal y vio cómo el sol salía sobre Valencia. Decidió que nada había cambiado. Se sentía totalmente bajo control, sobre todo después de la primera taza de café. En un año, conseguiría su objetivo de convertirse en presidente y, para entonces, la fascinación que sentía por ella habría desaparecido. El deseo siempre era pasajero. Se mesó el cabello al recordar sus gemidos de placer cuando habían compartido un baño la noche anterior y había conseguido que se corriera con facilidad con sus largos dedos. Nunca antes había gozado tanto dándole placer a una mujer. La curiosa mezcla de ingenuidad y sensualidad de Paula lo intrigaba.


–Pedro…


Al escuchar su voz, Pedro se dió la vuelta y vió la expresión cautelosa de su rostro, la vulnerabilidad.


–Me desperté y ya no estabas. Pensé que…


Había pensado que él la había utilizado para una noche de sexo. Pedro prefirió no cuestionar lo que aquellas palabras le hicieron sentir y se dirigió hacia ella. La tomó entre sus brazos.


–Me levanto muy temprano.


–Ya lo veo –murmuró ella mientras deslizaba la mano por debajo de los pantalones que él llevaba puestos.


Pedro soltó una carcajada. No pudo evitarlo. Se sintió libre. Entonces, volvió a reír y la tomó entre sus brazos para llevarla de nuevo al dormitorio. 


–¿Vamos otra vez a la cama? –le preguntó ella con una pícara sonrisa–. Porque yo ya he dormido bastante.


–¿Y quién ha dicho nada de dormir, cariño?

No hay comentarios:

Publicar un comentario