miércoles, 18 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 49

 -Paula… Espera.


La voz de Pedro empujó a Paula a apretar el paso. Se alejaba rápidamente de la mansión corriendo por el césped. Sin embargo, no estaba acostumbrada a andar, y mucho menos a correr, con zapatos de tacón, por lo que él no tardó en alcanzarla junto a la casa de verano.


–¿Adónde vas?


–Todo lo lejos que pueda de tí.


Pedro lanzó una maldición y la agarró por los hombros para que ella se diera la vuelta.


–¿Qué es lo que te pasa?


La impaciencia de Pedro desató el temperamento de Paula.


–Tú eres experto en este juego, pero yo soy solo una novata y desconozco las reglas.


–¿Qué juego? ¿Por qué te marchaste del salón de baile mientras todos los invitados estaban brindando por mi abuelo? Todo el mundo va a creer que nos hemos peleado.


–Lo dudo después de que te hayas asegurado que todos, Alfredo incluido, fueran testigos del apasionado beso que nos dimos en la terraza. Yo me abrí a tí de un modo que jamás había hecho con nadie –le espetó muy enfadada–. Pensaba que me besabas porque… porque… No porque sintieras algo por mí, sino porque te gustaba un poco. Debería haberme dado cuenta de que era la oportunidad ideal para que representaras el papel de esposo amante delante de tu abuelo. El escenario era perfecto y lo único que necesitabas eran luces y acción.


Escuchó horrorizada cómo la voz le temblaba. Se sintió muy frustrada por no poder ocultar sus sentimientos. Entonces, se encogió de hombros y trató de zafarse de él, pero no lo consiguió.


–Esa no fue la razón por la que te besé –dijo él–. No tuvo nada que ver con mi abuelo. No sabía que iban a encender esas malditas luces.


–No puedes negar lo conveniente que fue. Y Alfredo sugirió en su discurso que podría hacerte presidente en menos de un año. No me puedo quejar. Cuanto antes te entregue la empresa, antes podremos terminar con esta farsa de matrimonio.


–Yo no sabía que nos vería todo el mundo. Te besé porque no me pude resistir. Porque llevaba queriendo besarte desde que te ví bajar las escaleras como si fueras una princesa. La fantasía de todo hombre hecha realidad.


Pedro la tomó entre sus brazos. Antes de que ella pudiera resistirse o protestar, reclamó su boca con un beso lleno de descarada posesión y ardiente pasión. El cerebro de Paula le decía que se resistiera, que sería una necia si le creía. Sin embargo, había notado algo diferente en su voz. Además, admitió que deseaba aquel beso. El mundo pareció salirse de su eje cuando él la tomó en brazos y la llevó a la casa de verano. Abrió la puerta con el hombro y la cerró de una patada sin dejar de besarla. La luz de la luna entraba por las ventanas e iluminaba el interior de la casa con un brillo nacarado. Pedro fue hacia el sofá y se sentó con ella en el regazo. Deslizó los labios por el delicado cuello de Paula, deteniéndose detrás de la oreja. Luego le mordió el lóbulo y provocó un estallido de placer en todo su cuerpo.

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