miércoles, 4 de septiembre de 2024

Un Trato Arriesgado: Capítulo 20

 –No me dijiste que vivías en un palacio –le dijo a Pedro cuando la mansión Zolezzi se levantó ante ella en todo su esplendor.


Con cuatro plantas y blancos muros, la mansión estaba rodeada de un cuidado jardín. Había una fuente ornamental frente a la imponente entrada principal, que estaba enmarcada por elegantes columnas. Por supuesto, sabía que Pedro era muy rico, pero, tras viajar en un avión privado y ver la casa familiar, que parecía un palacio, Paula comprendió que acababa de entrar en un mundo de lujo y opulencia, lo que estaba a años luz del bloque de pisos sociales en uno de los peores barrios de Londres y de su vida como madre soltera. Se bajaron del coche. La tensión escaló cuando, tras sacar a la niña del coche y tratar de conseguir que se pusiera de pie, Sofía se echó a llorar hasta que Paula volvió a tomarla en brazos.


–Está muy cansada del viaje –le dijo a Pedro, que las miraba muy serio–. Me gustaría que descansara un poco y darle algo de comer.


–Podrás hacerlo muy pronto, pero, primero, les presentaré a mi familia. Mi abuelo ha organizado una recepción para celebrar nuestro matrimonio.


¿Era imaginación suya o Pedro parecía estar tan nervioso como ella? Paula se mordió el labio y echó a andar tras él hacia la casa con Sofía sobre la cadera. Cuando subió la escalera que conducía hacia la puerta de la casa, él se volvió hacia ellas y frunció el ceño.


–Deja que lleve a la niña. Es demasiado pesada para que tú la lleves en brazos.


Paula sentía que el sudor le caía por el rostro, lo que era muy extraño dado que estaba temblando incluso bajo aquel cálido sol. Sofía se aferró a ella con fuerza y rehuyó a Pedro cuando él trató de tomarla en brazos. En ese momento, un hombre, suponía que el mayordomo, les abrió la puerta y los hizo entrar en la casa. Paula miró atónita a su alrededor. El vestíbulo era en su totalidad de mármol rosa, paredes y suelo. Pedro la empujó para que siguiera al mayordomo, que los condujo a otra enorme estancia que parecía estar llena de gente. De repente, las voces cesaron. Un anciano salió de entre los invitados y fue a saludarlos. Sin embargo, la sonrisa de bienvenida se le heló en el rostro y entornó la mirada.


–Pedro, tenía entendido que ibas a traer a tu esposa –dijo el hombre en español. El duro tono de su voz provocó un escalofrío en Paula.


–Abuelo, me gustaría presentarte a mi esposa.


Todos los presentes contuvieron la respiración con un gesto de asombro. El anciano lanzó una maldición. Entonces, miró a Sofía y, después, se dirigió a Paula en inglés.


–¿Eras viuda antes de casarte con mi nieto?


–No. No había estado casada antes –respondió ella confundida por la pregunta.


Paula lo comprendió todo cuando el hombre, que dedujo que era Alfredo Zolezzi, miró con desaprobación a Pedro.

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