miércoles, 18 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 8

Paula quiso morirse en ese instante. ¿Por qué se lo había preguntado? Él volvió a sonreír.


—Siempre te he apreciado, pero no quería darte falsas esperanzas. Estaba comprometido con el ejército.


Efectivamente, en ese momento, lo que menos le importó fue haberle roto el corazón. Esbozó una sonrisa forzada. Ya era mucho mayor y más sensata y no iba a dejar que volviera a hacerle daño.


—Lo que pasó entre nosotros fue hace mucho tiempo.


—Y ya es hora de dejarlo atrás —terminó él mientras se acercaba a ella—. ¿Puedes, Paula? ¿Puedes olvidar lo bien que estuvimos juntos?


Ella se negaba a echar la vista atrás.


—Creo que lo he conseguido bastante bien.


Pedro sabía que jugaba con fuego cuando se trataba de Paula Chaves. La verdad era que lo había atraído como no lo había hecho otra mujer. En otras palabras, era peligrosa. Se mordió la mejilla por dentro mientras le miraba la falda ceñida y los tacones altos. Si no tuviera esas piernas. Volvió a mirarla a la cara para intentar recomponerse.


—Me alegro, porque voy a pasar mucho tiempo en la calle principal y nos veremos con frecuencia —replicó él—. Espero que vengas por el bar.


Ella miró alrededor.


—Es verdad. No te había felicitado por tu nueva iniciativa. Veo que ya es muy bonito —Paula sonrió—. Les han pasado muchas cosas buenas a los Alfonso. Son muy emprendedores.


—Sí. Es posible que algún día lleguemos a la altura de los Chaves.


La mirada de ella dejó escapar un destello de dolor y él se arrepintió de haberlo dicho.


—Los Chaves no somos mejor que nadie del pueblo. ¿Alguna vez alguno de nosotros les ha hecho creer lo contrario?


Él se encogió de hombros para intentar que ella no se diera cuenta de lo mucho que lo afectaba.


—Ya me conoces. ¿Crees que me importa lo que piense la gente?


Los ojos de color ébano de Paula lo miraron fijamente y Pedro estuvo a punto de confesar cuánto lo había alterado, cuánto lo alteraba todavía.


—Al parecer estás cambiando, lo hayas planeado o no. De soldado has pasado a vaquero y a empresario.


—Sí, los dos estamos moviéndonos. Sin embargo, no te confundas, seguiré siendo ese vaquero polvoriento.


Paula se puso muy recta.


—Los dos vamos a estar muy ocupados durante los próximos meses. Yo con la elección y, tú, con el restaurante y el rancho.


Él asintió con la cabeza.

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