Paula desvió la mirada hacia su familia y sonrió con satisfacción.
–A veces se necesita un punto de vista objetivo para ver la situación con claridad.
Se miraron a los ojos y Pedro se quedó aturdido por su belleza, su inteligencia y su empatía. Era una mujer maravillosa, y él la había dejado escapar.
–Creo que en Capri tampoco pude ver las cosas con claridad – confesó.
Los ojos de Paula destellaron al comprender lo que le estaba diciendo, pero justo cuando abría la boca para responder llegó Violeta como un pequeño torbellino para avisar a Pedro que le había guardado un sándwich.
–Caray, Pedro, este sitio es increíble –le dijo Tomás, dándole una palmada en la espalda al entrar en el almacén de la escuela, lo último que quedaba por ver de las instalaciones.
Pedro se había puesto muy nervioso al enseñarles la escuela de surf a su familia mientras Paula entretenía a Violeta en la playa. La opinión de su familia le importaba. Y mucho. Quería que les gustara la escuela y que le dijeran que había hecho un buen trabajo. Pero sobre todo quería hacerles ver que era un hombre íntegro y con mucho que dar, no el vividor alocado e irresponsable que solo se preocupaba por sí mismo.
–Un gran trabajo, hermano –corroboró Federico–. Torquay necesita un lugar como éste, donde los jóvenes puedan divertirse a la vez que aprenden.
–Sí, esa era mi idea –intercambiaron una sonrisa de complicidadal recordar su adolescencia.
–Estoy muy orgullosa de tí, hijo –le dijo su madre mientras le daba un abrazo.
El olor familiar a lavanda y pan recién hecho lo transportó a su infancia y le provocó un nudo en la garganta.
–Gracias, mamá –la abrazó con fuerza, lamentando los años perdidos.
Romper los lazos con su familia debía de haber sido muy doloroso para ellos, pero para él había sido aún peor. Al fin y al cabo, ellos se tenían los unos a los otros, mientras que él no había tenido a nadie. Pero eso también iba a cambiar. Soltó a su madre y aprovechó que Federico y Tomás estaban hablando para buscar a su padre, quien se había quedado rezagado durante la visita a la escuela. Su opinión era la que más valoraba. A lo largo de los años se habían instalado en una mutua indiferencia que parecía imposible de superar. Cada vez que Pedro intentaba acercarse a él se encontraba con el mismo desinterés de siempre y no se molestaba en insistir. El orgullo le recordaba que dependía de su padre aceptar o no la rama de olivo que él le tendía. Horacio nunca lo hizo y la distancia entre ambos se hizo insalvable. Había idolatrado a su padre y se jactaba de lo afortunados que eran sus hermanos y él por tener un padre que los llevara a pescar y a acampar. Horacio había asistido a todos los partidos de fútbol y nunca se perdió un entrenamiento.Precisamente por eso a Pedro le resultó tan duro aceptar lo que ocurrió más tarde, hasta el punto de hacerlo dudar de sí mismo. Pero ya estaba cansado de sus dudas, Paula lo había puesto en la dirección correcta y esa vez iba a salvar la distancia que los separaba de una vez por todas.
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