—Antes de que te enfades, solo he venido a preguntarte algo sobre el niño que estaba aquí el otro día.
—Buenos días también a tí, Paula.
—Perdona. Buenos días, Pedro.
—¿Qué quieres preguntarme sobre C.J.?
—¿Se llama así?
—Es todo lo que pude sacarle —contestó él encogiéndose de hombros—. ¿Por qué?
—Esta mañana estaba en la terraza de mi piso y lo he visto. Estoy casi segura de que era él —lo miró a los ojos—. Estaba rebuscando en las papeleras del parque.
—Me lo temía.
—Entonces, ¿No has vuelto a verlo?
—No. He llenado la nevera de comida con la esperanza de que vuelva.
—¿Crees que no tiene un sitio donde vivir?
—Me dijo que su padre vivía en el campamento para remolques.
—Entonces, empezaré por ahí. Gracias.
Paula se dió la vuelta para irse, pero él la detuvo.
—¿Vas allí?
—Sí, un niño no puede estar vagabundeando por las calles.
Eso era lo último que había esperado.
—Te acompañaré.
—No hace falta.
—Vivo aquí y podría ayudarte.
Además, no quería que fuera sola a un sitio como ese, se dijo a sí mismo. Sin esperar la réplica, la acompañó fuera y ella se dirigió hacia un todoterreno.
—Vaya, ¿Dónde está el deportivo? —preguntó él con sorpresa.
—No siempre es práctico. Éste es mejor para trabajar.
—¿Es seguro que me monte contigo?
—Eres un majadero, Alfonso.
Él sonrió.
—Es muy fácil desquiciarte, Paula —él se montó por el lado del acompañante y se puso el cinturón de seguridad—. Muy bien, vamos a buscar al niño.
Diez minutos más tarde, aparcaron junto a la oficina del campamento para remolques a las afueras del pueblo. Era peor de lo que recordaba. Habían pasado años desde que vivió allí con su padre y Federico. Fue el único sitio que Horacio pudo permitirse mientras criaba a dos niños pequeños después de que su esposa se marchara con todo el dinero y el único coche. El sitio estaba más desastrado todavía, si eso era posible. Los remolques de alquiler parecían en peor estado que hacía veinticinco años. Solo se veía polvo y hierbajos, pero esas no eran las únicas hierbas que había. Sabía que se habían hecho varias redadas para buscar drogas.
—Acabemos de una vez —dijo él mientras abría la puerta del coche.
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