lunes, 9 de junio de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 69

Envalentonado por los progresos que finalmente había conseguido con su padre, se había arriesgado a confesarle sus sentimientos a Paula. Y ella había huido. ¿Por qué? Después del regalo que había recibido de sus manos la noche anterior, había creído que ella sentía lo mismo que él. Pero al parecer se había equivocado. Tenía dos opciones. Olvidarse de la marsopa de vidrio, pasarse la mañana haciendo surf y por la tarde subirse al avión que lo devolvería a su vida de siempre... O dejar de escapar y enfrentarse a ella. Se dirigió al coche con la tabla bajo el brazo. De repente la sentía mucho más pesada, y cuando la dejó en la parte trasera del vehículo siguió sintiendo el peso. Entonces miró el Roadster rojo con el que había llevado a Paula a Torquay... Una réplica del coche con el que habían explorado la costa sur de Italia. Recordó la emoción al tomar las curvas de una carretera panorámica espectacular, y cómo después había explorado al detalle las curvas de ella. Quería revivir aquel pasado. El coche lo demostraba. Pero, ¿Estaba dispuesto a aceptar un resultado distinto? ¿Cómo sería su vida si se declarara abiertamente a ella y le confiara su corazón? Las manos le temblaron de pánico y se las metió en los bolsillos de sus pantalones cortos. La respuesta estaba clara. Había recuperado el vínculo con su padre y el alivio había sido inmenso. Arriesgarse por las personas no era tan mala idea. Y no estaría tan inquieto si no sintiera algo por Paula. Algo mucho más profundo que una mera atracción sexual. La pregunta era ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar para demostrárselo?



Paula había intentando mostrarse lo más animada posible por el bien de su madre. Se comió el pavo con sabor a cartón y el pudin reseco, cantó los villancicos a pleno pulmón junto a los ancianos y se rió a mandíbula batiente con los chistes y bromas de los ancianos. Creía haber convencido a su madre de que no le pasaba nada, hasta que la llevó de regreso a su habitación y Alejandra le agarró la mano.


–¿Qué te ocurre?


Paula abrió la boca para protestar, pero Nora sacudió la cabeza.


–Hazme un favor, cariño, y déjame ser tu madre para variar.


No podría haberle hecho una observación más acertada. Paula se había desvivido por cuidar a su madre, sabiendo lo mucho que a Alejandra le disgustaba perder su independencia.


–No es nada importante... solo es la presión del trabajo –no quería preocupar a su madre. 


Aquel día no. A Alejandra le encantaban las navidades y siempre se había esforzado por que fueran especiales para su única hija, con pavo, pudin, adornos y calcetines con regalos. Siempre las habían celebrado las dos solas, pero para Alejandra significaban mucho. Su madre la miró intensamente y Paula se agachó para abrazarla.


–No te preocupes, mamá. Estoy bien.


Y entonces miró por encima del hombro de su madre y vió a Pedro en la puerta.


–¿Pero qué...?


–¿Paula?


Se irguió y puso una mano tranquilizadora sobre el hombro de su madre, confiando en que su mirada asesina bastara para echar a Pedro. Alejandra se giró lentamente en la silla y también lo vió.


–¿Puedo ayudarlo, joven?

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