viernes, 6 de junio de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 61

 –¿Sigues pensando que hiciste lo correcto al no contármelo?


–Hijo, eras un campeón mundial de surf cuando finalmente te lo conté. Lo habías conseguido. Habías hecho realidad tu sueño. Estaba muy orgulloso de tí –parpadeó un par de veces, como si intentara reprimir las lágrimas–. Eso era lo que quería para tí. Que triunfaras en la vida. Verte competir, seguir tus logros en internet... Fue lo que me ayudó a vencer la enfermedad y seguir adelante cuando sentía que no había esperanza –lo agarró del brazo y le dio una ligera sacudida–. Me ayudaste de una manera que no puedes ni imaginar. Y nada de eso habría sido posible si hubieras sabido lo del cáncer.


Pedro estaba tan perplejo que no sabía qué responder. Horacio señaló a la familia.


–Los quiero mucho a todos y me han ayudado muchísimo, pero sus constantes atenciones llegaban a ser un engorro –esbozó una triste sonrisa–. A veces fingía estar cansado y me retiraba a la cama con mi portátil para ver lo que estabas haciendo por el mundo.


–Maldita sea, papá... –fue todo lo que a Pedro se le ocurrió balbucear mientras se pasaba una mano por el pelo.


–¿Sabías que tuve la oportunidad de irme de gira con la orquesta sinfónica de Melbourne?


El cambio de tema sorprendió todavía más a Pedro, quien negó silenciosamente con la cabeza.


–Me habría encantado tocar para un gran público –se irguió y miró con afecto a su esposa–. Pero conocí a tu madre y mis sueños cambiaron. Acabé enseñando a los chicos del pueblo, degustando el delicioso cordero asado y la tarta de manzana de tu madre y dando con ella largos paseos por la playa al anochecer –le puso la mano en el hombro–. Nunca me he arrepentido de quedarme en Torquay, pero no quería que tú renunciaras a tus sueños, hijo. Quería que tuvieras la oportunidad que yo no tuve.


Pedro no podía creerse lo que estaba oyendo. Miró a su padre y, por primera vez en muchos años, vió realmente a su padre.


–¿Por eso no me lo contaste?


Horacio asintió.


–Siento haber sido un imbécil ayer en la escuela. Los dos somos demasiado orgullosos, y cuanto más nos distanciábamos más culpable me sentía y más difícil me resultaba intentar solucionarlo. Cuando te ví retomando la relación con tus hermanos y con tu madre deseé hacer lo mismo, pero no sabía cómo expresar lo que sentía.


–Sinceramente, papá, no sé qué decir... Intenté acercarme a tí varias veces, pero tú lo hacías imposible al fingir que no pasaba nada. Ahora me cuentas todo esto y... No sé cómo tomármelo.


–Aceptándolo y siguiendo adelante. La vida es muy corta –Horacio miró hacia la pista de baile, donde el alcalde estaba pisándole el pie a su madre por enésima vez–. Estoy feliz con las decisiones que he tomado en mi vida.


«¿Y tú?».

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