miércoles, 4 de junio de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 59

Pedro le agarró la mano a Paula durante toda la ceremonia, las felicitaciones a los novios y casi todo el banquete. Cada vez que veía un atisbo de recelo en sus ojos le apretaba la mano, como si no quisiera soltarla nunca. Pero por dentro estaba muerto de miedo. Las bodas le asustaban tanto como los Alfonso al completo. Y aquella noche se enfrentaba a ambas cosas. Por suerte, su familia había conocido a Paula en la barbacoa y eso lo salvaba, por una vez, de los esfuerzos de su madre por emparejarlo. Pero agarrar la mano de ella era algo más que un gesto, y solo él lo sabía. Era como un pilar para él. Su exquisito tacto, su desenvoltura, su buen humor y su habilidad para que todo el mundo se sintiera cómodo con ella eran todo un regalo. Tal vez fuera el romanticismo que se respiraba en el aire, o quizá la magia navideña. Fuera lo que fuese, no quería soltarla. Y no solo su mano. Después de haber sobrevivido a las burlas de las mujeres Alfonso cuando atrapó el ramo, después de haber bailado con Violeta y con otros niños hasta quedarse sin fuerzas, después de haber soportado las bromas de sus hermanos, seguía tan radiante y exuberante como siempre.


Pedro nunca la había visto tan hermosa. No solo por sus relucientes cabellos castaños cayéndole por la espalda, por sus carnosos labios pintados del mismo color que el vestido o por los esbeltos hombros al descubierto. Era ella. Cuando se conocieron en Capri, lo había fascinado su carácter espontáneo e impulsivo. Ella lo había achacado a sus genes italianos, pero era algo más que eso. Su asombrosa vitalidad la convertía en una mujer única y especial, muy distinta a las personas aburridas y amargadas que se pasaban la vida trabajando para pagar las facturas y que se resignaban a una relación estancada. El brillo que despedía garantizaba que nunca sería como esas personas. ¿Cómo sería convivir con aquella vitalidad? ¿Se acabaría apagando? Le encantaba su vida, los viajes, los desafíos y la prosperidad de sus negocios, pero se engañaría a sí mismo si no admitiera que todo eso había perdido un poco de su encanto últimamente. Tenía la sensación creciente de que a su vida le faltaba algo. ¿Sería Paula la compañía adecuada para iluminar sus días? Desde luego que sí, pero ¿Estaría ella dispuesta siendo su madre una enferma terminal?


–Has tenido suerte con esa joven –le comentó su padre, acercándose a él. 


Pedro se preparó inconscientemente para otro enfrentamiento.

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