miércoles, 4 de junio de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 56

 –Estoy furiosa por muchas cosas que escapan a mi control, pero sobre todo estoy furiosa conmigo misma.


El rostro de Pedro se contrajo en una mueca de confusión y la presión que le ejercía en los brazos se relajó, tal vez porque se había convencido de que aquella loca no iba a darle un tortazo.


–¿Por qué?


–Por ser una hipócrita. Por quitarle importancia a lo que estamos compartiendo. Por verlo como una simple aventura y fingir que no quiero algo más.


Pedro se puso todavía más rígido.


–Estoy furiosa por haberte dejado marchar en Capri después de menospreciar lo que teníamos. Estoy furiosa contigo por no confiar en mí lo suficiente para contarme qué te ocurre. Y también estoy furiosa porque vas a hacer lo mismo que la otra vez.


Pedro parecía cada vez más confuso y aturdido.


–No sé qué quieres que diga.


Ella le tocó la mejilla, apenada porque él seguía sin abrirse incluso después de haberle dejado las cosas claras.


–Ese es el problema entre nosotros, ¿No?


–Paula, no sé qué quieres que diga porque no entiendo nada de nada. Nunca me había sentido así con nadie, pero no puedo cambiar lo que soy.


–No te estoy pidiendo que cambies.


En el fondo sí le estaba pidiendo que cambiara, lo que era terriblemente justo. Ella no quería que Pedro renunciara a su vida. Lo que deseaba con toda su alma era que la quisiera igual que ella lo quería a él. Por desgracia, no podía conseguir que la amara. Como tampoco había conseguido el amor de su padre... Fue entonces cuando se dió cuenta de lo iguales que eran Pedro y Miguel. Por fuera Pedro parecía ser generoso y confiado, pero solo con las personas que no eran cercanas a él. Por qué, ella no lo sabía. Y no iba a perder tiempo en averiguarlo. ¿Cuántos años había malgastado su madre intentando comprender a su padre? ¿Cuándo tiempo se había pasado Nora esperando que Miguel cambiara y se comprometiera con algo, aunque solo fuera con visitar regularmente a su hija, antes de desaparecer por completo? Siempre había odiado que su padre la relegara a un segundo plano, y por nada del mundo iba a vivir la misma situación con otro hombre que no quería comprometerse. Por fin se había atrevido a decirle la verdad a Pedro, y aunque él la tomaba en serio nunca podría ser el hombre que ella quería que fuera. De manera que le quedaban dos opciones. Podía acabar con todo en aquel momento y pasar la peor Nochebuena de su vida. O podía seguir el consejo de su madre y aprovechar el poco tiempo que les quedaba juntos.


–No espero nada de tí –se acercó tanto a él que casi le rozó la boca con sus labios–. Pero mañana es Nochebuena y tengo algunos deseos pendientes.


Pedro era muy inteligente y no se creería aquella excusa, pero Paula estaba segura de que la aceptaría.


–¿Quieres ser mi duende particular? –le preguntó él, antes de besarla.


Paula amaba con locura a aquel hombre exasperante y reservado, y sería cualquier cosa que él le pidiera durante las próximas veinticuatro horas. Porque en la mañana del día de Navidad se dirían adiós, y esa vez ella no quería arrepentirse de nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario