lunes, 2 de junio de 2025

Has Vuelto A mí: Capítulo 53

 –¿Qué te parece, papá?


Odiaba tener que preguntárselo y que no fuera Horacio quien le dedicara unas palabras amables por sí solo. La brecha entre ambos parecía más grande de lo que había previsto.


–Me parece que es algo bueno para Torquay –dijo su padre, mirando a su alrededor con las manos en los bolsillos y arrastrando los pies por el suelo, como si estuviera impaciente por marcharse–. Aunque no sé si es lo más adecuado ponerle tu nombre a la escuela si casi nunca estás aquí.


Sus palabras dolieron, pero no tanto como lo que no había dicho. Horacio solo había reconocido que era algo bueno para el pueblo, sin reconocer el trabajo de Pedro. Y en cuanto a la indirecta sobre su continua ausencia tal vez tuviese razón, pero ¿Por qué no podía admitir que estaba orgulloso de él en vez de criticarlo por tener una escuela con su nombre?


–Puede que a partir de ahora pase más tiempo aquí –dijo en un tono de falsa despreocupación.


–Claro... –murmuró Horacio con una mueca de escepticismo.


Pedro se tragó su decepción. La actitud de su padre había hecho trizas sus esperanzas de reconstruir la relación. Si Horacio no entendía por qué había levantado aquella escuela, si no podía ofrecerle una sola palabra de ánimo, ¿Por qué tenía él que seguir esforzándose para conseguir un gesto amable? Tal vez fuera orgulloso e infantil, pero así lo habían hecho ser.


–¿Por qué, papá?


–¿Por qué qué?


Pedro sacudió la cabeza con disgusto.


–Ya lo sabes.


–Horacio, ven a ver esto.


Pedro se giró hacia su madre, cuya expresión de inquietud delataba que había percibido la tensión entre los dos hombres e intentaba evitar un enfrentamiento. Horacio vaciló.


–Ve –lo animó Pedor.


Él también se iría en Navidad, como había previsto desde el principio. De regreso a su vida, lejos de Torquay y de los fantasmas del pasado.


–Ven a la cama.


Pedro abrazó a Paula por detrás y apoyó la barbilla en su cabeza.


–Déjame acabar esto –a Paula nada le gustaría más que estar entre sus brazos, pero le quedaba menos de un día para acabar la página web y no quería dejar ningún cabo suelto cuando Pedro se marchara. 


Sería una separación radical y no mantendrían el menor contacto. Desde la lección de surf de Violeta y el picnic en la playa, Pedro se había encerrado en sí mismo. No de un modo evidente, pero ella lo conocía bien. En Capri había hecho lo mismo cuando ella bromeó sobre las declaraciones de amor en la Gruta Azul. En esa nueva ocasión ignoraba la causa, pero algo debía de haber sucedido durante la visita a la escuela de surf, porque la tensión entre Pedro y su padre era tan densa que se podía palpar en el aire.

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