lunes, 30 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 31

 —No, hijo, nadie va a mandarte a la cárcel —Miguel miró a Pedro—. Creo que quieres quedarte con este hombre.


El niño asintió vehementemente con la cabeza.


—Él dijo que podía.


—Bueno, puedo certificar que Pedro es una buena persona… Y un héroe de guerra.


—C. J., ¿Por qué no vas a la cocina? Tamara ha traído unas galletas —le pidió Paula. El niño se marchó y ella se volvió hacia su padre—. ¿Qué has sabido? ¿Puede quedarse con Pedro hasta que se encuentre a un familiar?


—Sí, puede quedarse, pero hay que hacer un ligero cambio — Miguel hizo una breve pausa—. Lo mejor que puedo hacer en este momento es aceptar ser el tutor de C. J. Eso significa que el niño se quedaría aquí, en el rancho, mientras las autoridades buscan a su familia.


—Papá. Yo no pretendía que asumieras la responsabilidad.


—No voy a hacerlo —el senador los miró—. Ustedes la asumirán.


Ya eran más de las nueve cuando todo el mundo se marchó por fin y Pedro acostó a C. J. en el dormitorio del fondo, donde había dos camas individuales, una para el niño y la otra para Pedro si quería quedarse esa noche. Él pensó en Paula y en la cama doble que había en el otro dormitorio. ¡Qué deseosa de compartirla con él había estado aquel fin de semana, qué calidez desprendía su cuerpo cuando se acurrucó contra él, cuántas veces la llevó al…!


—¡Eh! —le llamó el niño—. Vas a quedarte aquí, ¿Verdad?


—Claro, pero tienes que colaborar. Si creas problemas e intentas escaparte, no podremos quedarnos juntos.


—De acuerdo.


—Además, hay otra condición. Tienes que ir al colegio.


—¿Al colegio? —exclamó el niño.


—Sí, como todos los niños de nueve años.


C. J. se dió la vuelta y Pedro, por primera vez, vió una fisura en la fortaleza del niño.


—¿Qué pasa?


No hubo respuesta.


—Vamos, C. J., quiero ayudarte.


—Los niños se burlaban de mí y me peleaba.


Pedro conocía esa sensación.


—¿Qué te parecería conocer a un par de niños que no van a reírse de tí? Mi sobrina Camila es un poco mayor, pero ella te llevará por ahí. También está Mateo Cooper. Él es un poco menor, pero te caerá bien. Le gusta el béisbol.


—Y Bianca Casali.


Los dos miraron hacia la puerta y vieron a Paula. Llevaba unos vaqueros y una blusa rosa y ceñida que resaltaba su delicada cintura y sus bien torneadas caderas. Pedro tragó saliva porque la garganta se le había quedado seca.


—Bianca es de tu edad más o menos —añadió Paula.


—Nada de niñas —replicó C. J.


Ella entró y dejó un vaso de agua en la mesilla.


—Por si tienes sed —Paula retrocedió—. Buenas noches, C. J.


—Buenas noches —farfulló él mientras le daba la espalda.


Una vez solos, Pedro le dió un codazo al niño.


—Oye, ésa no es forma de comportarse con una mujer que solo quiere ayudarte.


—No quiero que me ayude. No me quiere.


—Entonces, ¿Por qué ha hecho todo lo posible para que su padre te ayude? ¿Sabes lo importante que es el senador Chaves? Conoce a gente importante y les ha preguntado si podemos cuidarte.


—No lo sabía.


Paula se dió cuenta de repente de hasta dónde había llegado Paula.

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