miércoles, 11 de junio de 2025

Has Vuelto A Mí: Capítulo 72

Por segunda vez aquel día Pedro quiso romper algo. La cabeza y el pecho iban a estallarle de frustración mientras veía huir a Paula. Otra vez... Debería seguirla e intentar explicárselo.... Bajó la mirada al arrugado billete de avión que estaba tirado a sus pies y se reafirmó en su decisión. Había querido explorar las emociones que compartía con Paula y ella lo había rechazado. Lo mejor sería marcharse y no mirar atrás.


–¿Pedro? ¿Puedes venir un momento, por favor?


Genial, justo lo que necesitaba. La reprimenda de la madre de Paula por haber trastocado la vida de su hija. Recogió el billete del suelo, se lo metió en el bolsillo y entró en la habitación.


–Tengo que tomar un avión...


–Hace un minuto no parecías tener prisa.


La mujer que tenía ante él tal vez sufriera una enfermedad terminal, pero sus ojos eran tan sagaces y despiertos como los de Paula. Pedro se sentó en el taburete, frente a la silla de ruedas.


–No me siento cómodo hablando de mi relación con Paula.


–Por lo que he oído, parece que no te sientes cómodo con ninguna relación –él abrió la boca para protestar pero ella levantó una temblorosa mano y no le dió tiempo–. No es asunto mío, pero si quieres tener una oportunidad con mi hija te recomiendo que escuches.


Pedro permaneció en silencio.


–Bien... ¿Quieres saber por qué Paula ha rechazado tu oferta?


Él asintió.


–Tiene miedo.


–¿De qué?


–No me corresponde a mí decírtelo, pero creo que deberías preguntarle si quiere compartir su futuro contigo.


Pedro dejó escapar el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta. Por supuesto que se lo preguntaría. Si la madre de Paula pensaba que aún tenía una oportunidad, haría todo lo posiblepor aprovecharla.


–Quizá te interese saber que cuando Paula volvió de aquel viaje a Europa estaba radiante. Los ojos le brillaban, no dejaba de sonreír y siempre estaba tatareando canciones españolas en voz baja. Pero entonces me diagnosticaron mi enfermedad y ella se apagó –las lágrimas asomaron a sus ojos–. Lo que más detesto de mi estado es lo que le ha hecho a mi preciosa Paula.


Pedro no sabía cómo comportarse ante una anciana compungida y se quedó sentado como un idiota, buscando algo que decir.


–La semana pasada, cuando Paula vino a verme antes de irse a Torquay contigo, parecía haber recuperado parte de su esplendor. Y eso me hace pensar que el responsable de su felicidad fuiste tú y no las playas de Europa.


Reconocer las emociones no era el punto fuerte de Pedro, pero discutirlas lo llenaba de pánico.


–Compartimos algo especial...


Alejandra asintió.

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