lunes, 30 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 33

Paula no sabía que tenía una hermana cuando pasó el fin de semana con él. Tamara Hamilton llegó a Kerry Springs, comunicó que era hija del senador y toda la familia la recibió con los brazos abiertos. Su hermanastro podría haber tardado un poco más, pero se enamoró enseguida.


—Es muy bonito que todo les saliera bien a Tamara y Gonzalo — Pedro comprendió que era un tema de conversación peligroso—. También me gustan los muebles nuevos.


—También son un legado familiar. Mi madre los encontró en el desván.


Tenía que marcharse de allí antes de que intentara tener recuerdos de la cama nueva.


—¿Te importa si me tumbo en el sofá a ver un poco la televisión?


—No, claro. Mi casa es tu casa.


Tenía que largarse inmediatamente de allí.


—Esa es la cuestión. Todo esto debería ocurrir en mi casa, tú no deberías verte tan implicada.


—Sabía en lo que me metía y mi padre hizo todo lo que pudo para mantener a C. J. al margen de las autoridades.


—C. J. lo agradecerá algún día. Yo ya lo agradezco.


—En este momento, el niño siente la típica adoración por el héroe y cree que yo me meto en medio.


—Estoy seguro de que te lo ganarás —ella lo había hechizado a él—. Dale un poco de tiempo.


—No si sigue culpándome por las partes de este plan que no le gustan.


Él sonrió, pero se puso serio enseguida.


—¿Te importaría llevarlo al colegio mañana? Tengo que estar en el rancho temprano.


—No me importa, puedo hacer el trabajo sucio.


—Gracias. Lo recogeré a las tres y lo llevaré al restaurante.


—Yo habré acabado en la obra a las cuatro. Puedo venir a ayudarlo con las tareas.


—Vaya, estamos convirtiéndonos en una pareja de lo más hogareña.


Ella sonrió.


—Si esto se sabe, Alfonso, podría arruinar tu reputación.



Alrededor de las dos de la madrugada, Paula se despertó por el estruendo de un trueno. Se incorporó, oyó la lluvia que golpeaba en la ventana y pensó en C. J. Se levantó y fue al dormitorio donde dormía el niño. Pegó la oreja a la puerta, no oyó voces, asomó la cabeza y vió que solo había una persona. La otra cama estaba vacía. Pedro debía de haberse marchado a su casa. Se vió un destello y un trueno lo siguió inmediatamente. Entonces, vió que C. J. se tapaba la cabeza con la manta. ¿Se acercaba a él? ¿Dónde estaba Pedro? Miró hacia la sala, pero otro rayo resplandeció y oyó un lamento. Se acercó a la cama y se inclinó sobre C. J.


—No pasa nada, C. J. Solo es un trueno.


Él volvió a gemir cuando cayó otro rayo y sonó otro trueno. Ella se sentó en el borde del colchón y le apartó el pelo de la cara, él no se apartó. Le acarició con delicadeza la espalda.


—Las tormentas son muy ruidosas en Texas —susurró ella—.Sobre todo, aquí, en el campo.


Al cabo de unos minutos, la tormenta se alejó. Oyó que la respiración del niño se había serenado, se inclinó y olió su aroma a jabón. Lo arropó con la manta y le acarició la mejilla.

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