—Es una buena señal —comentó Evan con una sonrisa—. Iré a comprobarlo.
Observaron a Federico mientras se dirigía al puesto de las enfermeras y ella se volvió hacia el padre de Pedro.
—Lo siento, Horacio, si no hubiera tomado el atajo por vuestras tierras… No ví a Pedro hasta que fue demasiado tarde.
El imponente irlandés le tomó una mano.
—Sabemos que no querías hacerle nada, Paula. Tienes permiso para usar ese camino cuando quieras.
—Bueno, fue mi culpa, y me haré cargo de las facturasmédicas de Pedro.
—No nos preocupemos por eso ahora.
—Pero ni siquiera pudo montarse en el caballo. ¿Cómo va a trabajar?
Ella sabía que llevaba el rancho Triple A con su hermano y su padre. Él se ocupaba del ganado.
—Hay bastantes empleados que pueden hacer el trabajo —le tranquilizó Horacio—. Aunque su lesión podría retrasar la reforma del bar.
—¿El bar?
—Efectivamente. Hace tiempo que no pasas por el pueblo. Hace poco compramos el bar de Juan.
—Mi madre me comentó algo sobre la jubilación de Juan. Han comprado el bar… —Paula sonrió—. Tiene sentido porque has trabajado mucho tiempo allí y allí nació tu famosa salsa barbacoa. ¿Vas a seguir trabajando en él?
Horacio era un hombre atractivo con el pelo blanco y tupido y un marcado deje irlandés. Se había casado con Norma Staley hacía poco tiempo.
—Lo siento, pero me he retirado. Quiero estar con mi mujer y los dos promocionaremos la salsa barbacoa Alfonso. Federico y yo seremos socios, pero el bar será asunto de Pedro. Naturalmente, mi barbacoa estará en el menú con los vinos Legado Alfonso.
Paula se alegró por ellos.
—Al parecer, me he perdido muchas cosas mientras estaba fuera.
—Bueno, tú también has estado ocupada. He oído muchas cosas buenas de tí.
Como sus padres eran amigos íntimos de Norma y Horacio, supo inmediatamente de qué estaba hablando.
—Lo comuniqué oficialmente hace poco.
—Si mi opinión importa para algo, creo que lo harás muy bien en el Ayuntamiento. Necesitamos a más gente joven que lleve las cosas por aquí. Tu padre está muy orgulloso.
Ella siempre había sido la niña de sus ojos, aun cuando chocaban porque tenía algunas ideas progresistas para el pueblo.
—Algunas personas no quieren cambios. Eso significa que tengo que recaudar fondos. Voy a enfrentarme a alguien tan asentado en el Ayuntamiento como Gladys Peters.
Paula tenía que demostrar a su distrito que era digna de apostar por ella.
—Hay que agitar un poco a este pueblo y tú eres la persona indicada para hacerlo —los ojos azules de Horacio resplandecieron—. Tengo una idea. Dentro de unas semanas vamos a inaugurar el bar por todo lo alto. ¿Por qué no haces también una recaudación de fondos?
Ella dudaba mucho de que a Pedro le gustara esa idea.
—Me honra que lo hayas pensado, Horacio, pero estás intentando que el bar despegue y no sé si es buena idea.
—¿Qué no es una buena idea?
Los dos se dieron la vuelta y vieron a los hermanos Alfonso. Eran altos y anchos de espalda, unos auténticos cowboys texanos. Pedro llevaba el brazo en cabestrillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario