lunes, 23 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 18

 —No, te prometo que no voy a llamar a nadie.


El niño, con la cara y el pelo rubio muy sucios, lo miró con unos grandes ojos marrones.


—¿Por qué iba a creerte?


—Porque no miento a los niños. ¿Cómo te llamas?


—¿Quién lo pregunta?


—Pedro Alfonso.


—Nicolás —el niño miró alrededor—. ¿Dónde está Juan?


—En Florida. Vendió el bar… A mí.


—Ah… —el niño lo miró de arriba abajo—. ¿Conoces a Horacio?


—Sí, es mi padre. ¿Por qué lo conoces tú?


—Algunas veces, Juan y él me dejaban que les ayudara a limpiar la cocina.


Pedro no le había oído a su padre hablar de ese niño.


—¿Tienes hambre?


—Es posible, pero no tienes nada aquí.


Pedro abrió un armario y sacó un pan de molde, mantequilla de cacahuete y confitura de uvas.


—¿Te apetece un sándwich?


—Bueno.


Sin embargo, los ojos se le salieron de las órbitas cuando vió la comida. Pedro sacó cuatro rebanadas de pan y empezó a untarlas. Cuando terminó los sándwiches, fue a dárselos al niño.


—Antes, lávate las manos.


Nicolás no discutió y fue al fregadero, se las lavó y se la secó en los repugnantes vaqueros. Pedro le dió la recompensa y lo observó mientras se comía uno de dos bocados. Luego, encontró una lata de un refresco en la nevera, la abrió y se la dió al niño.


—¿Dónde están tus padres, Nicolás?


El niño dió un buen sorbo antes de contestar.


—Por ahí. ¿Por qué me haces tantas preguntas?


Pedro sacó un taburete y se sentó.


—Bueno, como estás en mi bar y eres menor, quiero cerciorarme de que tienes un sitio adonde ir.


El niño lo miró con curiosidad.


—En el campamento para remolques.


No lo creyó del todo, pero ese campamento era conocido por albergar a residentes provisionales.


—¿Tu padre trabaja en algún rancho?


Nicolás atacó el segundo sándwich.


—Sí, está reuniendo el ganado.


Pedro fue a hablar, pero oyó que lo llamaban, que la puerta de la cocina se abría y que Paula Chaves entraba. No parecía contenta.


—Muy bien, Pedro Alfonso, tenemos que hablar.


Nicolás se levantó y agarró el sándwich y la lata de refresco.


—Me largo.


El niño salió corriendo por la puerta trasera antes de que Pedro pudiera sujetarlo. Él salió detrás.


—¡Espera, Nicolás! —gritó en el callejón vacío—. Maldita sea.


Volvió a entrar y vió a Paula.


—Lo siento —se disculpó ella—. No sabía que estabas con alguien.


—Bueno, ya se ha marchado.


Asombrosamente, esperó que el niño volviera.


—¿Quién es?


Pedro sacudió la cabeza.


—No lo sé bien.

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