lunes, 23 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 17

 —Solo sé cómo te miraba ahora mismo.


Hacía mucho tiempo que Paula dejó de pensar en lo que habría podido pasar entre ellos. No quería arriesgarse con él, aunque sus besos la dejaran sin aliento.


—Te lo repito, no tengo tiempo para él. Dedico todo el tiempo a Construcciones AC y a mi campaña, en la que deberías ayudarme.


—Y te ayudo, pero creía…


—Es agua pasada, Yani. Pedro Alfonso no tiene sitio en mi futuro.


Ojalá pudiera creerse sus propias palabras.



Pedro había atajado por el callejón y había llegado en cuestión de minutos. Comprobó si había desperfectos en el tejado y en las ventanas. No podía permitirse sustituir nada más en ese momento. Por lo que parecía, el local no había sufrido daños, había tenido suerte. Se sentó. No tuvo tanta suerte al encontrarse a Paula en el club. Era el único sitio donde podía liberar algo de tensión y de frustración. Pero esa mujer le había producido las dos cosas. El beso… Fue una auténtica acometida. Su cuerpo se encrespó solo de pensar en lo que había sentido al tenerla entre los brazos y en su sabor tan delicado. Había cosas que un hombre no podía olvidar y, efectivamente, fue un recuerdo que se llevó al extranjero. Nadie era tan dulce y tentadora como Paula Chaves. El inconveniente era que había sido la única que había estado a punto de abrasarlo. No podía darle otra oportunidad. Nunca dejaría que una mujer jugara con su corazón. Un ruido en la habitación del fondo llamó su atención. Aguzó el oído. Era el ruido de la lluvia, pero hubo algo que lo intranquilizó. Se levantó del taburete de la barra y fue hacia la cocina. Entró por la puerta batiente y vio la que puerta de la enorme nevera de acero estaba entreabierta y que ocultaba a alguien que rebuscaba en su interior. Solo pudo ver dos pies con unas zapatillas muy desgastadas. La puerta tapaba el resto del diminuto ladrón. Silenciosamente, cruzó la cocina vacía y agarró al niño por la camiseta.


—¡Suéltame! —gritó el chico mientras daba patadas y manotazos al aire.


—¿Por qué si te he pillado robándome?


—No tienes nada que pueda robarte. Suéltame.


Como no pudo sujetar los brazos del niño, lo levantó y lo tumbó sobre la encimera.


—Tranquilízate, solo quiero hablar contigo.


El niño parecía tener unos nueve años.


—Llamarás al sheriff y acabaré en un correccional.


Pedro vivió la misma amenaza cuando era niño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario