viernes, 20 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 14

Lo observó fingir unos regates con el balón, saltar, lanzarlo… Y encestar. Lo repitió varias veces sin parar ni aminorar el ritmo. Al parecer, el hombro no le dolía. Abrió la puerta y avanzó por el borde de la habitación para no molestarlo. Pedro siguió como si alguien lo persiguiera. Lanzaba con un salto una y otra vez. Fue hasta otra canasta, recogió otro balón y también lo lanzó. Los truenos retumbaban, pero parecía como si ese hombre tuviera una tormenta mayor dentro de sí y no pudiera contenerla. Entonces, el sonido de una sirena se abrió paso en el silencio. Se acercaba un tornado. Se quedó petrificado, pero se dió la vuelta y la vió.


—¿Puede saberse…? —Pedro soltó el balón y se acercó corriendo a ella—. Tenemos que ponernos a cubierto.


—¿Dónde? —preguntó ella aterrada.


Él la agarró de la mano.


—Vamos.


La llevó al pasillo. Pedro prefirió no pensar cuánto tiempo había estado ella observándolo. No se había dado cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Sin embargo, en ese momento, con el sonido de la sirena en los oídos, se daba cuenta perfectamente. Arrastrando a Paula, se dirigió hacia la zona donde estaban las duchas y, entonces, todas las luces se apagaron. Paula contuvo el aliento, pero él la metió en una habitación a oscuras. Se oyó el estruendo de otro trueno.


—No te preocupes, conozco bien este sitio.


Notó que a ella le temblaba la mano mientras la apoyaba contra la pared de baldosas. Olió a moho.


—¿No deberíamos bajar al sótano? —preguntó ella con la respiración entrecortada.


—No sé si sabría llegar desde aquí. No quiero arriesgarme a dar vueltas para intentar encontrar la puerta. Aquí estaremos a salvo. Estamos cerca de la fontanería y en un muro maestro.


—¿Crees que el tornado pasará por el pueblo?


Él seguía agarrándola de la mano y no iba a soltarla.


—No lo sé y no voy a ir a comprobarlo.


—Perfecto, porque no quiero que me abandones —dijo ella casi sin poder hablar.


Entonces, el viento cesó y a él no le gustó. Algo iba a ocurrir. Lo notó en las entrañas.


—¿Ha pasado?


—Ojalá. Como dicen, solo es la calma antes de la tormenta.


Se agachó pegado a la pared e hizo que ella también se sentara mientras se preguntaba si podría tomar alguna otra precaución. No se trataba solo de él. Hizo un esfuerzo para que nada le impidiera proteger a Paula. Se centró en la situación para que nada más lo alterara.


—¿Puede saberse qué hacías en la calle con este tiempo? —le preguntó a ella.


—Podría preguntarte lo mismo. Además, este sitio lleva meses cerrado.


—Hay formas de entrar si las conoces. Federico y yo prácticamente vivimos aquí cuando éramos niños. ¿Y tú?

No hay comentarios:

Publicar un comentario