viernes, 27 de junio de 2025

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 29

Estacionó delante de la casa de madera blanca. Le habían arreglado el tejado y la habían pintado hacía poco. También habían arreglado el pequeño porche y parecía muy distinta a cuando estuvo allí la primera vez.


—¿Paula vive aquí? Es guay —comentó C. J.


—Sí, es el rancho de sus padres —contestó Pedro.


—Será muy rica…


—Creo que podría decirse que lo es —murmuró él.


Entonces, se vieron las luces de unos faros por el camino. Paula estacionó al lado de él y se bajó. Otra camioneta apareció poco después.


—Me parece que ya ha llegado la tropa.


Pedor se bajó y ayudó a C. J. Paula sacó unas bolsas mientras Gonzalo, su hermano, y Tamara, la esposa de éste, estacionaban su vehículo.


—Hola, C. J. —lo saludó Paula mientras llevaba las bolsas hacia la puerta de la casa.


Entró y encendió la luz del porche mientras la pareja se bajaba de la camioneta.


—Hola, Pedro —lo saludó Sloan acercándose a él—. ¿Qué tal todo?


—Hola, Gonzalo. Tamara… —se estrecharon las manos—. Creo que tu hermana les lo ha explicado todo.


Gonzalo miró de reojo a Paula.


—Bueno, como explica ella las cosas.


Paula se acercó.


—Gonzalo, Tamara, éste es C. J.


Todos se saludaron y Paula los llevó dentro. Cuando encendió las luces, Pedro se vió abrumado por los recuerdos. Aunque había remodelado la habitación, la chimenea le recordó aquella noche cuando un fuego crepitante les dio calor mientras hacían el amor una y otra vez. Dejó a un lado los recuerdos y se quitó el sombrero. Tamara llevó un maletín a la mesa de la cocina.


—C. J., ¿Quieres oírte el corazón? —le preguntó la guapa morena mientras sacaba el estetoscopio.


Al niño pareció no importarle que lo examinara. Pedro miró a Gonzalo y vió que él también lo miraba, pero con los ojos entrecerrados. Era lo que le faltaba.



Veinte minutos después, Tamara ya había reconocido a C. J. y estaba sano, aunque delgado. Paula le dió una ropa nueva que había comprado en el pueblo y lo mandó a bañarse. Ella sabía que tenía nueve años y que, seguramente, podría lavarse solo, pero Pedro lo acompañó y supervisó su higiene. Sonrió al oír las risas al otro lado de la puerta. Esa fue la parte fácil. Al ver la expresión de Gonzalo, supo que le esperaba un tercer grado.


—¿Te importaría decirme qué está pasando? —le preguntó Gonzalo.


—Ya te lo he dicho.


—No me has dicho nada de Pedro. ¿Qué hay entre ustedes dos?


—Nada, que hemos encontrado a C. J. —adornó un poco la verdad—. Cuando pasé por Alfonso’s Place para comentar la recaudación de fondos que han ofrecido hacer para el club infantil, ví al niño allí. Luego, cuando se escapó, juntamos nuestras fuerzas para buscarlo.


Su hermanastro era el mejor hermano mayor posible. Tenía ocho años cuando Alejandra se casó con el senador Miguel Chaves y llevaba el rancho familiar, River’s End.

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